Un Maskíl de Asaf: Escuche, pueblo mío, mi enseñanza; inclinen su oreja a las palabras de mi boca. Abriré mi boca con una parábola, pronunciaré enigmas de hace muchos años; aquello que hemos oído y sabido [como cierto], y aquello que nuestros padres nos han contado. No [lo] retendremos de sus hijos, contando a la generación final las alabanzas de Adonái, y Su poder, y las maravillas que ha hecho. El estableció un testimonio en Iaacov, y puso la Torá en Israel, que ordenó a nuestros padres dar a conocer a sus hijos, para que la última generación sepa; los niños aún por nacer se alzarán y contarán a sus hijos, y ellos depositarán su esperanza en Dios, y no olvidarán las obras del Omnipotente; y cuidarán Sus mandamientos. Ellos no serán como sus padres, una generación perturbadora y rebelde, una generación que no dispuso derecho su corazón, y cuyo espíritu no fue fiel a Dios. Los hijos de Efráim, arqueros armados, retrocedieron en el día de batalla. No guardaron el pacto de Dios, y se rehusaron a marchar en Su Torá. Olvidaron Sus actos y Sus maravillas que El les había mostrado. El realizó maravillas ante sus padres, en la tierra de Egipto, en el campamento de Tzóan. El partió el mar y los hizo pasar; irguió las aguas como una pared. Los condujo con una nube de día, y durante toda la noche con la luz del fuego. Partió rocas en el desierto, y les dio de beber como desde las abundantes profundidades. Extrajo aguas corrientes de la roca, e hizo descender agua como ríos. Con todo, ellos continuaron pecando adicionalmente contra El, rebelándose contra el Altísimo en la tierra árida. Probaron a Dios en sus corazones, pidiendo alimento para su apetencia. Hablaron en contra de Dios; dijeron: ")Puede Dios tender una mesa en el desierto? Cierto, El golpeó la roca y las aguas fluyeron, brotaron arroyos; pero, )puede dar El también pan? ) Preparará carne para Su pueblo?" Por eso Adonái oyó y Se enfureció; un fuego se encendió contra Iaacov; ira, también, ardió contra Israel. Pues no creyeron en Dios ni confiaron en Su salvación, [aunque] El había ordenado los cielos arriba, y abrió las compuertas del cielo. Hizo llover sobre ellos maná para comer, y les dio grano del cielo. El hombre comió el pan de los ángeles; El les envió [suficientes] provisiones, hasta el hartazgo. Transportó el viento oeste por el cielo, y condujo al viento sur con Su poderío. Hizo llover carne sobre ellos como polvo, pájaros alados como arena de mares y los precipitó dentro Su campamento, alrededor de Sus moradas. Ellos comieron y se saciaron mucho, pues El les trajo su deseo. No se habían apartado aún de su antojo, su alimento estaba todavía en sus bocas, cuando la ira de Dios se alzó contra ellos y mató a sus poderosos, y menguó a los selectos de Israel. Pese a esto, pecaron de nuevo y no creyeron en Sus maravillas. De modo que El terminó sus días en futilidad, y sus años en miedo. Si El los mataba, ellos Lo buscaban, volvían y oraban a Dios. Recordaron que Dios es su roca, el Altísimo Dios su redentor. Pero Lo engañaron con su boca, Lo estafaron con su lengua. Su corazón no estaba con El; no eran fieles a Su pacto. Pero El, al ser misericordioso, perdona la iniquidad y no destruye; una y otra vez aparta Su enojo, y no despierta toda Su ira. Recordó que ellos no eran sino carne, un espíritu que parte y no regresa. (Cuán a menudo Lo provocaron en el desierto, y Lo entristecieron en tierra desolada! Una y otra vez probaron a Dios, y buscaron una señal del Santo de Israel. No recordaron Su mano, el día que El los redimió del opresor; que El colocó Sus señales en Egipto, y Sus maravillas en el campamento de Tzóan. Convirtió sus ríos en sangre, volviendo impotable sus aguas. Envió contra ellos una mezcla de bestias que los devoraron, y ranas que los destruyeron. Dio su producto al saltamontes, y su esfuerzo a la langosta. Mató sus viñas con el granizo, y sus sicamores con mordaz helada. Entregó a sus animales al granizo, y a su ganado a chispas de fuego. Envió contra ellos Su fiera ira, furor, indignación, angustia, una pandilla de emisarios de mal. El allanó un sendero para Su enfado, y no eximió su alma de la muerte; entregó sus animales a la pestilencia. Golpeó a cada primogénito en Egipto, la primera fruta de su fortaleza en las tiendas de Jam. Condujo a Su nación como ovejas, y los guió como un rebaño por el desierto. Los encaminó con seguridad y ellos no temieron, pues el mar cubrió a sus enemigos. Y El los llevó al sitio de Su santidad, esa montaña que Su diestra adquirió. Echó naciones ante ellos, y les asignó una heredad. Estableció a las Tribus de Israel en las tiendas de ellos. Con todo, ellos probaron y desafiaron a Dios, el Altísimo, y no cuidaron Sus testimonios. Retrocedieron y se rebelaron como sus padres; se volvieron como un arco engañoso. Lo enfadaron con sus altos altares, y Lo provocaron con sus ídolos. Dios oyó y Se enfureció, estaba totalmente asqueado con Israel. Entonces abandonó el Tabernáculo de Shiló, la Tienda donde El había morado entre hombres. Dio Su poderío en cautiverio, y Su gloria en mano del opresor. Entregó a Su nación a la espada, y estaba enfurecido con Su herencia. Fuego consumió a Sus jóvenes, y Sus doncellas no tuvieron canción de bodas. Sus sacerdotes cayeron por la espada, y sus viudas no lloraron. Y mi Señor despertó como quien estaba dormido, como un guerrero despabilándose del vino. Golpeó a sus opresores y los hizo retroceder, los puso por vergüenza eterna. Despreció la tienda de Iosef, y no escogió a la tribu de Efráim. Eligió a la tribu de Iehudá, el Monte Tzión que El ama. Construyó Su Santuario permanente como los cielos; como la tierra, lo estableció para siempre. Y eligió a David, Su sirviente, y lo tomó de los corrales de ovejas. De seguir a las ovejas que dan de mamar, lo trajo para pastorear Su nación Iaacov, Israel Su herencia. Y él los cuidó con la integridad de su corazón, y los condujo con la habilidad de sus manos.
Extraído del libro
Tehilím con Fonética y Español, de la Editorial Kehot Lubavitch
Sudamericana
© Editorial Kehot Lubavitch Sudamericana.
Prohibida su reproducción total o parcial sin autorización escrita de la Editorial.
Derechos Reservados.
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