Pasaba con mucha frecuencia. Los inquilinos judíos pobres no podían pagar el alquiler y terminaban en el calabozo frío y húmedo del poritz (el terrateniente) local hasta que lograban reunir lo que debían. ¿Pero cómo se suponía que los pobres desgraciados juntaran dinero confinados en sus celdas?
El rabí Israel Baal Shem Tov (un amante consumado del pueblo judío) solía pasar de viaje largas semanas, durante las que encontraba a los inquilinos encarcelados y juntaba fondos para su liberación.
Sucedió que el Baal Shem Tov encontró a una de esas familias y, luego de enormes esfuerzos, se las arregló para conseguir su libertad justo antes de shabat.
“Por favor, acepten ser mis invitados de shabat”, ofreció el Baal Shem Tov. “Es demasiado tarde para que vuelvan a su casa antes de la puesta de sol, y seguro no tienen nada planeado para esta santa noche”.
La familia aceptó su oferta con gratitud y todos se sirvieron con avidez las delicias espirituales de shabat con el Baal Shem Tov y su círculo cercano de estudiantes, la Jevraia Kadishá (la Hermandad Sagrada).
Durante la cena del viernes por la noche, el Baal Shem Tov se volvió hacia el pobre hombre que acababa de rescatar. “Por favor, cuéntenos”, comenzó, “¿qué noticias recientes tiene para compartir?”.
“Rebe”, respondió su huésped, “seguro usted sabe que estuve en prisión durante varias semanas. ¿Qué noticia pude haber escuchado yo?”.
“En ese caso”, respondió el Baal Shem Tov, “por favor, cuéntenos algo interesante que le haya ocurrido”.
“No recuerdo haber hecho nada interesante”, dijo el hombre, “pero nos pasó algo muy peculiar cuando estábamos en prisión.
“Había un grupo de hombres malvados que habían sido encarcelados con nosotros. Todos los días, lloraban y se lamentaban. Hacían tanto alboroto que nosotros, asustados y miserables, no decíamos nada.
“Luego, todos los viernes a la tarde, justo antes de shabat, comenzaban a reír y a danzar. Esto también nos asustaba, pero no teníamos adónde correr a escondernos.
“Hoy, lloraban y gritaban más fuerte que nunca. Luego, mientras avanzaba la tarde, comenzaron a reírse y a bailar como siempre. Pero esta vez estaban tan alegres como nunca los habíamos visto las semanas anteriores. Siempre había tenido miedo de acercarme y que me hicieran daño, pero como sabía que pronto usted vendría a redimirnos, reuní el valor para preguntarles el significado de su extraño comportamiento.
“Me explicaron que ‘hay un hombre honrado, un tzadik sobrenatural, que estudia la Torá, reza y emprende búsquedas espirituales durante toda la semana. No somos hombres, sino espíritus que viven de los pecados de este hombre. Como él vive una vida tan sagrada, no tenemos mucho de lo que vivir, y es por eso que lloramos.
“‘Sólo los sábados decide romper el ayuno y toma un plato de leche que prepara con mucho cuidado, como para que esté listo cuando regresa de rezar. Todas las semanas, luego de preparar su plato, uno de nosotros va a su casa y arregla empujar a un miembro de la familia al cuarto donde se guarda la leche. Esto irrita al tzadik, y esta ira nos da la vitalidad suficiente para sobrevivir la semana siguiente.
“‘Hace poco, el tzadik se enteró de nuestro juego y decidió sacarnos ventaja. Con mucha dedicación, se preparó la leche y la guardó en su caja fuerte, seguro de que nadie la encontraría. Luego se preparó para los rezos. Cuando nos enteramos de esto, lloramos como nunca antes por miedo a no sobrevivir.
“‘Luego tuvimos una idea. Uno de nosotros fue a su casa disfrazado de campesino, con un carro lleno de leña. Afuera de la humilde morada del hombre, el campesino le ofreció a la mujer del tzadik la leña a tan buen precio que ella le preguntó a su marido si podía ir a la caja fuerte y sacar unas monedas para comprar la madera. En medio de su entusiasmo, derramó el recipiente con la leche y su marido perdió la tranquilidad. Por eso recién nos reíamos con tanta alegría’”.
Mientras el hombre terminaba de contar esta historia tan extraña, uno de los discípulos del Baal Shem Tov cayó desmayado de su silla. Él era el tzadik en cuestión.
(Al contar esta historia, los jasidim dirían: observa cómo Di-s orquesta las cosas. Él arregló que este hombre estuviera en prisión y que fuera liberado justo antes de shabat, sólo para que este hombre pudiera enmendar sus errores.)
(De Reshimot Devarim, vol. 1, págs. 12-13).
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