Se cuenta la historia de un seguidor de R. Menajem Mendel, tercer Rebe de Lubavitch, el “Tzemaj Tzedek”, cuyo hijo estaba gravemente enfermo. Le aconsejaron que fuera a ver al Tzemaj Tzedek para pedirle una bendición. Con gran tristeza, emprendió el complejo viaje hacia el Rebe.
En respuesta a su petición de una bendición, el Tzemaj Tzedek pronunció cinco palabras en idish, que han sido citadas por los Rebes de Jabad desde entonces: “Trajt gut vet zain gut — Piensa bien y estará bien”.
El Jasid se tomó estas palabras a pecho, y durante todo el viaje de regreso a casa se esforzó por fortalecer su confianza en Di-s y visualizar un buen resultado para su hijo. Cuando regresó a casa, se sorprendió al ver que su hijo estaba completamente curado y había vuelto a ser el mismo de siempre.1
Un mal plan
Es una directiva difícil de tomar en serio. “Piensa en positivo” suena como el contenido ingenuo que encontrarías en un libro de autoayuda de supermercado o en un podcast amateur de la nueva era que vende tópicos y frases intrascendentes para sentirse bien. Además, ¿no es peligroso este enfoque? Te puede llevar a una gran decepción. ¿Qué pasa si visualizas un resultado excelente y el resultado positivo no se materializa?
De hecho, algunos científicos se han opuesto recientemente al “pensamiento positivo”, afirmando que centrarse sólo en el mejor resultado no es el enfoque psicológico más adecuado para la vida, dado el alto potencial de expectativas fallidas. Un artículo publicado recientemente en Scientific American2 sugería que imaginar el peor resultado en lugar del mejor es una forma más óptima de vivir la vida, porque si uno vaticina y planifica el peor de los casos, nunca se sentirá defraudado y sólo podrá sorprenderse gratamente si obtiene un resultado positivo. Del mismo modo, Newsweek difundió un artículo muy publicitado3 titulado “La 'tiranía' del pensamiento positivo puede amenazar tu salud y tu felicidad”. En él se informaba de las conclusiones de científicos especializados en motivación que afirmaban que la insistencia en el positivismo podía hacer que las personas se culparan a sí mismas de su propia tristeza o de su fracaso a la hora de superar la adversidad.
Sin embargo, el principio de “piensa bien y estará bien” ha sido y sigue siendo un aspecto integral de la filosofía jasídica en general, y un elemento básico del Sesgo de Positividad del Rebe en particular. ¿Podría ser que los psicólogos en estos estudios se dirigen al ego, cuya fragilidad les preocupa proteger, mientras que el Rebe se dirige al alma, cuyo único deseo es cantar y elevarse? Nos convendría ahondar un poco más profundo para descubrir la esencia de lo que los Rebes han estado diciendo durante siglos.
Una cuestión de fe
En un discurso de 1963,4 el Rebe amplió la dinámica filosófica y espiritual detrás de “Piensa bien y estará bien”. Comenzó haciendo la pregunta obvia: ¿En qué se basa uno para creer que el resultado será bueno ante cualquier desafío? ¿No es presuntuoso suponer que en cada situación determinada somos siempre merecedores de la gracia Divina? ¿Y qué hay de la creencia básica judía de que hay un orden Divino de recompensa y castigo que gobierna nuestro mundo, haciendo que la salvación dependa de un comportamiento recto?
El Rebe ofreció estas palabras como respuesta:
Cuando una persona decide volcar su confianza en Di-s, creyendo que su crisis actual se resolverá favorablemente a pesar de enfrentarse a una realidad sombría, se ha elevado, en efecto, por encima de su propia naturaleza, lo que a su vez provoca, recíprocamente, la suspensión del orden Divino, en el que sólo los justos son merecedores de la salvación. Di-s comprende lo difícil e incluso “sobrenatural” que es para un ser humano creer sinceramente —hasta el punto de dejar de experimentar miedo y ansiedad— que una situación poco prometedora e incluso aparentemente desesperada tendrá un resultado positivo. Por lo tanto, como resultado e incluso como recompensa por el extraordinario acto de “pensar bien”, Di-s considera que el creyente, que de otro modo podría no merecer un resultado positivo, es merecedor de una medida extra de generosidad Divina en este caso.
En definitiva, la eficacia de “pensar bien”, según el Rebe, está indisolublemente ligada a la fe de la persona en la capacidad de Di-s para manifestar un resultado positivo. Esta es la diferencia clave entre lo que sugieren los Rebes y lo que critican los estudios citados anteriormente.
Alguien que no deposita su confianza en el potencial infinito de un Poder Superior no hace más que endiosar sus propios pensamientos limitados. Ahora exploraremos una serie de interacciones en las que el Rebe expresó aún más este concepto fundamental.
Práctica disciplinada, no pensamiento mágico
Mientras enseñaba en Nueva York en 1957, un joven israelí recibió una carta de su país en la que le señalaban que su padre había sufrido un ataque al corazón y estaba en estado crítico.
En una época en la que las llamadas telefónicas al extranjero eran escasas, la ansiedad del joven se agravó al pensar que su padre podría ya haber fallecido. Devastado, el joven escribió una nota al Rebe explicando la situación, terminando con las palabras: “¡Ni siquiera sé qué pensar en este momento!”
En su respuesta, el Rebe subrayó la última frase del estudiante y escribió junto a ella: “¡¡¡Sorprendente!!! Porque la instrucción de nuestros Sabios en tales situaciones es bien conocida: 'Piensa bien y estará bien'. Espero buenas noticias”.
Pasaron unos días tensos, y finalmente el joven se comunicó con su madre por teléfono. “¿Cómo está papá?”, preguntó.
“¡Está fuera de peligro!” “¿Cuándo ocurrió esto?” “El jueves por la noche”.
Después de colgar el teléfono, el joven fue a 770 para las oraciones de la tarde. Al salir de la sinagoga, el Rebe se dirigió a él y le preguntó: “Nu, ¿tienes buenas noticias para mí?”.
“¡Sí!”, respondió. “Acabo de llamar a casa y me han dicho que mi padre está fuera de peligro”.
“¿Desde cuándo?”, preguntó el Rebe.
“Desde el jueves por la noche”.
“¿Y cuándo comenzaste a “pensar bien”?”
“Cuando el Rebe me dijo que lo hiciera”, dijo el joven. “¿Y cuándo fue eso?”, insistió el Rebe.
“El jueves por la noche”.
El Rebe concluyó: “Que esas cosas no vuelvan a suceder. Pero siempre debes recordar que debes pensar positivamente”.5
Nuestros pensamientos limitan o expanden nuestro potencial
En otro suceso, un Jasid mencionó que iba a tener una operación muy seria dentro de unas semanas, y le pidió al Rebe una bendición para que la cirugía fuera exitosa.
El Rebe le dijo con toda franqueza: “En lugar de pedirme que rece para que la operación sea exitosa, ¡podrías haberme pedido que rece para que no tengas que operarte!”.
El Jasid se retractó inmediatamente: “¡Rebe, me gustaría pedir una bendición para no necesitar la cirugía en absoluto!”
El Rebe respondió: 6 “Es demasiado tarde. Sólo puedo trabajar con la fe que tenías cuando entraste a mi oficina”.
En otras palabras: “Sólo puedo trabajar con el nivel de fe que usted tiene en Di-s, no con el nivel de fe que yo tengo en Di-s”.
¿El fin del mundo?
R. Iehoshua Biniomin Gordon, de bendita memoria, relató7 que en cierto momento de su vida, él y su esposa se enfrentaron a un reto muy serio. Al no saber qué hacer, decidieron escribirle al Rebe para que los guiara. Redactaron una carta de diez páginas explicando todo. El día que su carta llegó a Nueva York, recibieron una llamada del secretario del Rebe con su respuesta:
Una y otra vez, en vuestro sagrado trabajo [como shlujim], se han imaginado que la situación en la que se encontraban era el fin del mundo, pero luego han visto cómo la situación se dio vuelta y se concibió visible y reveladamente bien.... Deben [en todos los casos] seguir el mandato del Tzemaj Tzedek de “pensar con optimismo y las cosas saldrán bien”.
La pronta respuesta del Rebe fue esclarecedora. En palabras del Rabino Gordon: “Esta respuesta es una enseñanza que trato de recordar todos los días: que por muy mal que parezcan las cosas, también parecían malas la última vez, pero todo salió bien”.
Hay muchas veces en nuestras vidas en las que el peor resultado parecía inevitable. ¿Cuántas de esas veces tomaron
un giro diferente al que esperábamos ansiosamente? Para muchos de nosotros este es un patrón recurrente de nuestros procesos de pensamiento negativo. Al final, todo ese tiempo que pasamos estresados no nos sirvió de nada, por no mencionar que en realidad fue malo para nuestra salud. Pensar bien ante la adversidad percibida es útil y curativo a muchos niveles.
La realidad comienza en tu cabeza
En la siguiente respuesta8 a alguien que, al parecer, había escrito varias cartas pesimistas al Rebe describiendo los desafíos de su vida, el Rebe se explayó sobre los poderes tanto de la palabra como del pensamiento para impactar la realidad para bien o para lo contrario.
En respuesta a su carta, de la que se desprende que todavía no he tenido éxito en inspirar en usted un espíritu de optimismo, a pesar de haberle dicho en numerosas ocasiones que, según las enseñanzas judías, uno debe abstenerse de introducir [verbalmente] ideas negativas y melancólicas en el mundo, que es una forma de evitar la manifestación de [la negatividad].
Basándose en el principio de que verbalizar la negatividad puede provocar negatividad, el Rebe explicó una vez la secuencia de versículos que describen la segunda incursión de Moshé en la vida pública: Salió el segundo día, y he aquí que dos hebreos estaban discutiendo, y le dijo al malvado: "¿Por qué vas a golpear a tu amigo?". Y éste replicó [a Moshé]: "¿Quién te ha hecho hombre, príncipe y juez sobre nosotros? ¿Piensas matarme como has matado al egipcio?". Moshé se asustó y dijo: "¡Ciertamente, el asunto se ha conocido!". El Faraón se enteró de este incidente, y trató de matar a Moshé, etc. El Rebe explicó que la Torá no sólo registra el miedo de Moshé, sino también su verbalización del miedo (un detalle irrelevante, al parecer). Fue el hecho de hablar en voz alta de sus temores lo que hizo que el Faraón se enterara del incidente y quisiera matarlo.
Y esto [no] se aplica [sólo] a la verbalización —que, según las enseñanzas jasídicas, 9 contiene el poder de manifestar, como aprendemos del comportamiento del Maguid [de Mezritch], que verbalizaba sus ideas novedosas para traerlas al mundo— sino que incluso el pensamiento [en sí mismo] tiene el poder de invocar la manifestación, como vemos en la enseñanza de nuestros Rebes, “Piensa bien y estará bien”.
En esta carta, el Rebe esclarece algunos de los fundamentos cabalísticos de “Piensa bien y estará bien”. Al igual que cuando se creó el mundo, el proceso de ejecución, en el que una idea y una energía inicialmente espirituales se manifiestan en la realidad física, es sólo eso: un proceso. El fruto de nuestra experiencia y acciones no aparece de la nada. Está arraigado en nuestra forma de hablar (un punto común en los textos jasídicos, como se exploró anteriormente, en el Capítulo 9, Lashón Tov), que es en última instancia una expresión de los nutrientes de las semillas contenidas en nuestros pensamientos que se plantan en el suelo de nuestras almas.
La realidad es irreal
En nuestro último ejemplo de la aplicación y elaboración de esta enseñanza por parte del Rebe, obtenemos una muestra de la visión integral del mundo que alimenta tal fe en el poder de nuestros pensamientos para impactar en la realidad.
Si bien me complace leer en su carta la cita sobre que D-os es el Creador del mundo, que también guía todos sus destinos, etc., está muy buena impresión se ve debilitada por el tono posterior de su carta, donde afirma que quiere ser “realista”, basándose en el pronóstico de los médicos respecto a su condición. Quiero decirle, en primer lugar, que incluso desde el punto de vista realista, debemos reconocer el hecho de que, en numerosas ocasiones, los más grandes médicos se han equivocado en el diagnóstico. Además, en los últimos tiempos vemos que cada día se hacen nuevos descubrimientos en el campo de la medicina, con nuevos “medicamentos maravillosos” y métodos, que han revolucionado el tratamiento médico.
En segundo lugar, observando la vida en general, vemos tantas cosas extrañas e increíbles que, para ser verdaderamente realistas, no se puede considerar nada como imposible.10
..Incluso la opinión médica está de acuerdo en que cuanto más fuerte sea la fe del paciente en la curación, y cuanto más fuerte sea su voluntad de mejorar, más fuerte será su capacidad de recuperación. No hace falta decir que esto no se dice a modo de advertencia. Pero, en la medida en que por la Divina Providencia individual ustedes han sabido de mí y yo de ustedes, creo que tengo derecho a transmitirles los pensamientos anteriores de escuchar de mi suegro, de santa memoria, en casos similares.11
Si pensamos en los aspectos de los mundos celestiales que son necesarios para que la Creación exista, aunque sea por un momento fugaz, ni hablar de todos los asombrosos desarrollos médicos y tecnológicos que los humanos están descubriendo y poniendo en práctica continuamente, podemos sólo maravillarnos ante la pura magnificencia imprevisible de la vida en su conjunto. ¿Quién sabe qué bendiciones están esperando a ser reveladas en cualquier momento?
Como señala el Rebe, hay niveles de fe. Una persona puede creer que D-os puede crear, pero ¿cree que D-os puede curar? En la medida en que el mundo mismo es tan milagroso e impredecible, lo cual es obvio para cualquiera que lo analice en profundidad, ¿una valoración honesta de la realidad no daría cabida a giros inesperados e intervenciones inexplicables?
A partir de todos los ejemplos anteriores podemos comenzar a entender por qué el Rebe se tomaba tan en serio el concepto de pensamiento positivo.
Desde un punto de vista psicológicamente práctico, puede haber un riesgo o una desventaja en el pensamiento positivo, ya que la persona puede estar preparándose para una gran decepción si las cosas no funcionan como esperaba. Desde este punto de vista, prever el peor de los escenarios puede ayudar a evitar el sufrimiento en el futuro si se gestionan las expectativas.
Sin embargo, desde una perspectiva espiritual —y éste es precisamente el reto de la fe— ocurre exactamente lo contrario. Según el Rebe, no es que debamos manejar nuestros pensamientos para conformarnos o protegernos de la realidad; la verdad es que, lo sepamos o no, estamos moldeando la realidad en relación con nuestros pensamientos.
¡Es mejor pensar bien!
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