En sus memorias, Elie Wiesel relata vívidamente su primer encuentro con el Rebe a principios de la década de 1960. “Ese simple diálogo”, según Wiesel, “se prolongó casi una noche entera” y “fue un punto de inflexión en mi escritura”.1
En 1964, Wiesel publicó su novela The Gates of the Forest, cuyo cuarto capítulo, Invierno, es un relato dramatizado de su primera visita al Rebe.2
El relato es agotador, desgarrador y dolorosamente vulnerable. Auschwitz, por supuesto, es el eje de la conversación. “¿Cómo es posible creer en Di-s después de Auschwitz?” Pero mientras la conversación pasa de emoción a emoción, de argumento a contraargumento, el Rebe sigue presionando a su visitante para que revele por qué está allí realmente, su motivación más profunda para la visita. “¿Qué espera de mí?”, pregunta el Rebe. A lo que Wiesel responde: “Nada, absolutamente nada”.
Pero el Rebe es paciente.
Tras horas de idas y vueltas, en un momento de epifanía, Wiesel se dio cuenta de por qué había venido a ver al Rebe. Confesó: “...Usted me preguntó qué esperaba de usted, y yo le dije que no esperaba nada. Me equivoqué. Quiero que me haga llorar”.
En la versión original, mucho más larga, en idish, del libro que llegó a llamarse Night, Wiesel describe la muerte de su padre en Buchenwald, admitiendo que este acontecimiento fue tan traumatizante que, en ese momento y desde entonces, le robó las lágrimas. “No lloré, y esto es lo que más me apena: esta incapacidad de llorar. El corazón se había petrificado, la fuente de las lágrimas se había secado”.
¿Y cuál fue la respuesta del Rebe? ¿Qué se podría decir a una petición tan urgente y humana? “Eso no es suficiente”, dijo con cariño. “Te enseñaré a cantar”.
En este singular intercambio, vemos el Sesgo de Positividad del Rebe en toda su sensibilidad y complejidad redentoras. No se niegan las lágrimas de Wiesel, el Cielo no lo permita. Enfrentarse al propio dolor, no importa lo enorme que sea, y sentirlo profundamente es esencial para liberarse de su control mortífero sobre el alma. Sin embargo, la respuesta del Rebe deja claro que esta catarsis no es el objetivo final. Es lo que viene después de las lágrimas en lo que el Rebe se centra, y lo que quería comunicar al autor.
El Rebe comprendió que para que Wiesel se curara de verdad necesitaba aprender no sólo a llorar, sino a recuperar el deseo y la capacidad de cantar de nuevo.
Y esta apreciación del Rebe, de que el dolor nunca debe tragarse la alegría, y que las lágrimas nunca deben ahogar la canción de nuestros corazones, no estaba reservada al Sr. Wiesel. Era un diagnóstico más profundo del alma judía tras el naufragio de la Segunda Guerra Mundial. En general, mientras muchos gastaban su energía en conmemorar la horrible pérdida de la vida judía, el Rebe dirigía constantemente su atención y la de otros a la milagrosa continuación de la vida judía, en sus múltiples expresiones. Verdaderamente, para el Rebe, nunca era suficiente con sobrevivir, debemos esforzarnos constantemente por prosperar.
Al tratar de desplazar el punto central del enfoque como nación y la autoidentificación lejos de la colosal tragedia del Holocausto y dirigirlo en cambio hacia un futuro redentor y un presente alegre, el Rebe eligió no devaluar o trivializar tal pérdida histórica, Di-s no lo quiera. Sólo se esforzó por asegurar que no llegara a definir y confinar exclusivamente la forma en que el Pueblo Judío ve su pasado, su presente y su futuro.
En palabras de R. Jonathan Sacks “He leído muchas obras de teología judía posterior al Holocausto. Y todas ellas plantean la misma pregunta. Preguntan qué nos une —al Pueblo Judío— hoy en día, con todas nuestras divisiones y disputas. Y en ellas leo la misma respuesta: Lo que nos une como Pueblo Judío hoy es el recuerdo del Holocausto, el miedo al antisemitismo. Lo que nos une como pueblo es que los demás nos odian.
El Rebe enseñó el mensaje contrario. Lo que nos une, enseñó, no es que otras personas no nos quieran, sino que Di-s nos ama; que cada uno de nosotros es un fragmento de la presencia Divina y juntos somos la presencia física de Di-s en la tierra. Seguramente ese mensaje —espiritual y místico como es— es mucho más poderoso, [y] mucho más noble que la alternativa”.
Cantar una nueva canción
Además de sus intentos más amplios de volver a centrar a los judíos en los logros de su herencia en lugar del trauma de su historia, el Rebe también transformó la cultura interna y el enfoque del culto dentro de su propia comunidad. Históricamente, el Jasidut de Jabad había promulgado una forma de oración y contemplación más austera, centrada en el interior y lo cerebral. Los cantos y bailes bulliciosos, característicos de muchos otros grupos jasídicos, especialmente en los primeros días del movimiento, estaban en gran medida ausentes de las sinagogas de Jabad.
Sin embargo, bajo el liderazgo del Rebe, se introdujeron en el estilo de vida de Jabad los cantos, las palmas, los bailes y, en ocasiones especiales, incluso los fuertes silbidos. En lugar de la devoción privada, sombría e interior, el Rebe enfatizó la alegría visceral colectiva y la exaltación emocional como características definitorias de sus reuniones, que a menudo incluían muchos cantos espirituales y regocijo eufórico.
Curiosamente, este notable cambio en la cultura y la práctica espiritual de Jabad puede haberse producido, en parte, no sólo gracias a la visión del Rebe, sino también a la “santa jutzpá (descaro)” de cierto Jasid.
Jabad 2.0
El Sr. Zalmon Jaffe, un jasid de Jabad de Inglaterra, pasaba la festividad de Shavuot con el Rebe en Brooklyn.3 En la primera cena, en 1970, el Sr. Jaffe le preguntó al Rebe por qué no cantaban una bonita melodía para una oración particular en el servicio. El Rebe respondió que no había oído cantar esa canción en el shul de su suegro, y por lo tanto, según la tradición, tampoco la cantaban.
El Sr. Jaffe se armó de valor y replicó: “Ese era el Lubavitch de antaño, pero hoy vivimos en un mundo moderno en el que necesitamos nigunim [melodías] alegres. Llevo dos semanas aquí y no he oído cantar [a los jasidim]...”
“Eso es culpa tuya”, dijo el Rebe sin rodeos.
“Sólo soy un soldado”, protestó.
“Si es así, te estoy 'ordenando' que cantes”, dijo el Rebe. “Mañana deberíamos cantar [durante los servicios], y los que están aquí ahora, si van a estar mañana, deberían ayudarte”.
El Sr. Jaffe relató más tarde:
“Me sentí como Najshon ben Aminadav, que fue el primero en saltar al Mar de los Juncos antes de que se dividiera. La congregación dudó antes de unirse. Más tarde, un compañero me reprendió severamente por cantar en el shul sin que el Rebe diera la señal. Le expliqué que el Rebe ya me había dado permiso previamente, y se disculpó profusamente.
“Durante la comida del primer día, le agradecí al Rebe que me ayudara con los nigunim, pero fue difícil. El Rebe dijo que sería mucho más fácil al día siguiente, y efectivamente lo fue”.
El Rebe tenía una extraordinaria habilidad para evaluar los dictados del pasado frente a las necesidades del presente, y además, para responder con sensibilidad de una manera con la vista puesta en el futuro. Si los jasidim del Rebe querían expresar sus anhelos y pasiones espirituales a través del canto durante la oración, y el mundo judío en general necesitaba desesperadamente ser resucitado de las ruinas de la historia, ¡entonces había que cantar! El tiempo de la contemplación silenciosa había pasado; ahora era el momento de la exaltación total.
Agua de la roca
De hecho, este enfoque efusivo y hacia afuera de la vida y la práctica judías, tan diferente del Jabad de antaño, pronto llegó a definir la energía general de las reuniones de Jabad, desde los farbrenguens con el Rebe en Crown Heights hasta las comidas de Shabat en los Beit Jabad de todo el mundo. El impacto de semejante cambio drástico de conciencia no pasó desapercibido ni fue menospreciado. Abundan los relatos sobre la transformación de las vidas de las personas que se vieron envueltas en el remolino de las melodías, los bailes o las oraciones en las reuniones jasídicas del Rebe o en los servicios de la sinagoga. He aquí un relato particularmente conmovedor4 del autor Harvey Swados, que describe una de sus primeras experiencias con el Rebe en Brooklyn.
“Mirando a los congregantes, vi lo que el Rebe debe haber visto: Una asamblea extraordinaria que, por mi parte, nunca olvidaré.
“Como no podía seguir la compleja línea de su discurso (en idish), con sus parábolas tomadas de cuentos jasídicos tradicionales y sucesos nativos, entretejidos con profundas teorías filosóficas, tenía la libertad de mirar a todos los que me rodeaban —rabinos, comerciantes, eruditos, pequeños empresarios, estudiantes, obreros— que escuchaban con una intensidad que nunca había encontrado, ya sea en un aula, en el atril público o en un mitin religioso o político.... Fue entonces cuando comenzó el canto.
Al principio espontáneo, [pero] pronto animado y 'dirigido' por el Rebe, que movía sus antebrazos alegremente, rítmicamente al ritmo de la música desde su posición sentada, la simple canción se elevó a un tono de entusiasmo desenfrenado, con el coro repetido diez, quince veces, cada vez más feroz y rápido. Un hombre tendría que haber sido de piedra para no responder a esta gran liberación de energía alegre”.
Literal y figuradamente, el Rebe trató de llevar la visión jasídica de la alegría a la vida judía en general; de cambiar la banda sonora de la vida y la historia judías de una melodía menor, conmovedora e inquietante a una marcha victoriosa mayor, exuberante y alegre. Ya no deben centrarse en las innumerables persecuciones y los aparentemente interminables exilios de la historia. En su lugar, la energía y la atención deben invertirse en allanar el camino para la luz de la redención que se acerca rápidamente.
Este nuevo camino hacia las expresiones externas y físicas de exuberancia se basaba en una profunda comprensión del poder de la alegría como herramienta de motivación. Además, cuando se combina con su diagnóstico radical de la condición espiritual y las necesidades de la generación, queda claro por qué el Rebe estaba dispuesto a transformar el antiguo protocolo de las sinagogas de Jabad en todo el mundo. Como veremos en la siguiente historia, todo esto tenía un propósito más amplio y profundo.
Silbar mientras se trabaja
Silbar no era originalmente una práctica común durante la vida del Rebe. De hecho, era considerado por la mayoría como inaceptable e incluso irrespetuoso para los objetivos serios y el enfoque rígido del culto judío que era corriente para la mayoría de los judíos del mundo.
Sin embargo, en una gran reunión jasídica en Purim, 5730 (1971), el Rebe causó un gran revuelo cuando animó a miles de confundidos jasidim a silbar juntos como forma de oración y celebración. Esta escena, que desafía las normas pero que embriaga el alma, fue bellamente captada por el R. Dr. Meir Michel Abehsera,5 quien estuvo presente aquella noche:
“En la fiesta de Purim, asistí a una reunión jasídica con el Rebe de Lubavitch. Éramos varios miles de personas, todos cantando y aplaudiendo.
.. [De pronto], sin previo aviso, el Rebe se volvió hacia mí y me miró directamente a los ojos; puso dos dedos contra su boca y asintió en mi dirección, varias veces. No pude entender lo que quería decir... Se me pasó por la cabeza la idea de que me hubiera ordenado silbar, pero la descarté. ¡Jamás un hombre de su nobleza pediría algo tan ridículo!
Miré por encima de mis hombros para asegurarme de que no había otra persona a la que se dirigía, y descubrí que todos los que estaban detrás de mí me miraban. Me puse dos dedos sobre la boca y esperé.
El semblante del Rebe se iluminó.
¡Eso fue todo! Al haber hecho sonar mi primer silbido entré en una dimensión desconocida. Pronto, otros se unieron a mí hasta que éramos cientos silbando. El aire se enardeció con la resonancia de los penetrantes sonidos. Me dolía el labio inferior por las ampollas, pero el Rebe no me permitía pausa alguna. Se había tomado la cuestión muy en serio.
Y demandó más energía aún mientras yo, en mi imaginación repentinamente desatada, visualicé densas nubes negras amenazadoras haciéndose añicos. Con nuestro aliento colectivo logramos desconcertar a la oscuridad. Las mentes quedaron limpias de todo adoctrinamiento…. Todas las dulces seducciones que atisbaban desde el lado opuesto (el lado del mal) era arrastrada por el fuerte viento que habíamos convocado (con nuestros silbidos). Los argumentos falaces salieron volando cual asustados murciélagos mientras tonificábamos las paredes de nuestros corazones en preparación para una guerra sin cuartel, viento contra viento, desafiando esas emociones absurdas que se hacen pasar por pensamientos, pero cuya esencia no es más que viento.
Así, logramos deshacernos de aquellos enemigos espirituales y sin sufrir bajas. Ni siquiera los que cantaban como telón de fondo de nuestro aliento se lastimaron la garganta.
Nuestro toque final se presentó como las llamadas lastimosas de un cuerno de carnero... a modo de ensayo para la redención”.
De la descripción de Abehsera se desprende que este momento fue tangiblemente transformador y que la experiencia de tal expresión eufórica abrió los corazones y las mentes de las multitudes asistentes. Sin embargo, no todos se conmovieron de la misma manera.
Unos años más tarde, en Rosh Jodesh Jeshvan 5736 (1975), un fotógrafo tomó una foto del Rebe animando a silbar en un farbrenguen, que fue publicada en un periódico judío de gran difusión.6
A pesar de que la historia en el periódico fue escrita de manera favorable, comenzaron a llegar cartas de numerosas personas que estaban horrorizadas por una exhibición tan frívola, ¡y por un Rebe nada menos! En respuesta, llegaron otras cartas defendiendo la decisión del Rebe, pero los detractores siguieron siendo ruidosos y estando alerta.
Unos meses más tarde, en Purim de ese año, el Rebe abordó directamente la controversia en un farbrenguen:7
“Han pasado algunos meses, y mientras tanto pensé que alguien encontraría una fuente para nuestros silbidos, pero en realidad, no ha sucedido”.
El Rebe pasó a citar numerosos ejemplos de silbidos tanto en la Torá escrita como en la oral, haciendo hincapié en una serie de temas comunes presentes en todas las diferentes historias. Por ejemplo, silbar es un signo de alegría desinhibida y sin reservas. Cuando esta expresión extática acompaña a una mitzvá, implica la completa identificación de la persona con el acto en sí, así como con Di-s, que lo ordenó.
El Jasidut enseña que, al igual que cuando alguien se siente abrumado por la alegría, no puede evitar bailar y cantar, también la oportunidad de conectarse con la Divinidad debe evocar expresiones genuinas de euforia desenfrenada.
En el Libro de Shmuel,8 se describe al rey David bailando y saltando delante del pueblo cuando devolvió el Arca a Ierushalaim después de haber sido capturada y devuelta por los filisteos. El rey David también fue reprendido por ese comportamiento exuberante, pero defendió sus acciones sobre la base de inspirar a las masas a una mayor santidad. En palabras del Rebe, “el rey David se comportó así específicamente cuando se trataba de una situación relacionada con una mitzvá que provocaba gran alegría”.
El Rebe también citó un pasaje de Maimónides,9 quien afirma que el baile y los saltos, tal como lo demuestran las propias Escrituras, cuando se hacen en aras de una mitzvá o con fines espirituales, no sólo están permitidos, sino que son una expresión de grandeza espiritual.
El Rebe también señaló que la idea de silbar se encuentra en realidad en el Talmud10 , que, al citar el versículo, 11 Silbaré por ellos y los reuniré, enseña que el silbido es una señal de que el Mashíaj está a punto de llegar, cuando Di-s silbará y reunirá a los exiliados, como los comentaristas de las Escrituras explican el versículo.
Basado en esto, el Rebe concluyó:
..Cuando se trata de aumentar el deseo y la alegría de los judíos en el cumplimiento de una mitzvá, incluso si sólo hay una [leve] posibilidad de que un individuo presente tenga una gueulá, una “redención” de su ietzer hará, entonces es una mitzvá silbar [para despertar su alma al servicio Divino], incluso si es sólo una posibilidad remota.
.. ¡Más aún cuando vemos que, en ciertos casos, hay judíos que, a través de tales silbidos, experimentaron un cambio fundamental [en su expresión espiritual] de un extremo a otro!
En nuestra situación, cuando el silbido tenía lugar, había judíos presentes que resolvieron que desde ese mismo momento tendrían un mayor entusiasmo en el cumplimiento de las mitzvot prácticas. En tal caso, Maimónides dictamina que hay que comportarse exactamente como lo hizo el rey David,
¡“bailando y saltando” con todas sus fuerzas!
Especialmente cuando el silbido fue (no un error, sino) un plan deliberado que realmente funcionó para despertar y revelar la bondad oculta en una serie de judíos.
..A través de este [silbido] pronto tendremos el cumplimiento de la promesa, 12 En ese día Di-s silbará y reunirá [al Pueblo Judío] de los confines de la tierra. [Como dice 13 ] Y seréis reunidos uno por uno, de manera que ningún judío permanecerá en el exilio... Que esto ocurra con bondad y misericordia, y pronto.
Cuando el Rebe abandonó el farbrenguen, se encontró con el editor del periódico que publicó la historia inicial. El Rebe se detuvo y dijo con una gran sonrisa: “Usted me causó aportar esta enseñanza”.
Renovarnos como en los viejos tiempos
Es importante señalar que este cambio de paradigma espiritual no fue sólo una decisión estratégica basada en una profunda comprensión psicológica de la motivación humana y en un cambio de época. De hecho, gran parte de la desvinculación de la vida judía fue alimentada por la narrativa de víctima morosa y la nube de persecución que enmarcó la identidad judía y el compromiso para muchos. Sin embargo, el énfasis del Rebe en la alegría estaba principalmente arraigado en las enseñanzas radicales del Jasidut de antaño, empezando por el Baal Shem Tov.
Históricamente, los jasidim siempre fueron conocidos por su práctica de la alegría cultivada, mucho antes de que fuera popular o práctica.
Considere el hecho de que antes de ser llamados Jasidim, se les llamaba los freileje — los “felices”.14
Antes del siglo XVIII, la norma de motivación se definía en gran medida por la recompensa o el castigo, la presión social, el ostracismo o incluso la excomunión. Este sistema “funcionaba” en general, y se consideraba apropiado en el clima histórico y cultural general de la época. Durante siglos, la religión era algo serio. Di-s exigía una penitencia constante y la purificación del pecado. Y la alegría del pueblo simplemente no era una prioridad espiritual para gran parte del judaísmo medieval. Por lo tanto, el énfasis jasídico temprano en la exuberancia sin límites fue un choque para el sistema.
De hecho, en 1801, cuando el fundador de Jabad, R. Shneur Zalman de Liadi, fue encarcelado debido a la información difamatoria suministrada al gobierno zarista por los opositores del movimiento jasídico, la primera queja incluida en los documentos presentados al gobierno fue que los jasidim estaban creando una nueva religión, como lo demuestra el hecho de que “en los libros de los fundadores del jasidismo, se afirma que una persona tiene que estar siempre feliz, no sólo mientras reza, sino en todo momento. Esta idea va en contra de la religión judía....”15
¿La alegría va en contra del judaísmo? ¿Cómo puede ser esto? Para entender mejor esta controversia, así como la novedad de la enseñanza jasídica, debemos profundizar un poco más. Ciertamente, el concepto de simjá shel mitzvá, la “alegría de una mitzvá”, siempre fue parte de las enseñanzas judías. Moshé afirma claramente en la Torá: 16 Porque no servisteis al Señor, vuestro Di- s, con alegría y gozo de corazón, por eso serviréis a vuestros enemigos.... Del mismo modo, cientos de años después, el rey David exclamó: ¡Sirve al Señor con alegría! 17
Además, R. Itzjak Luria, el famoso cabalista conocido como el Arizal, dijo cierta vez18 que todo lo que logró espiritualmente fue una recompensa por su observancia de las mitzvot con una alegría ilimitada.
Pero la alegría a la que se refieren estas fuentes anteriores se entendía tradicionalmente como limitada al estudio de la Torá y al cumplimiento de las mitzvot. Sin embargo, cuando se trataba de actividades o aspectos de la vida no vinculados abiertamente al servicio Divino, la alegría se consideraba indulgente o incluso hedonista.
En este panorama entró el Baal Shem Tov y proclamó:19 “¡Un judío debe esforzarse por experimentar la alegría en todo momento!” En todo momento, es decir, no sólo cuando se cumple una mitzvá. Para respaldar esta afirmación aparentemente radical, el Baal Shem Tov se basó en la enseñanza de la Ética de Nuestros Padres:20 “Todas tus acciones deben ser por el bien del Cielo”. Basándose en este y otros versos similares, el Baal Shem Tov enseñó que todo lo que una persona hace —comer, dormir, hacer negocios e incluso el ocio— puede ser parte del servicio Divino, siempre que se haga con las intenciones adecuadas. Por lo tanto, si una persona está sirviendo a Di-s en todas sus acciones, entonces el mandato del Rey David de servir a Di-s con alegría se aplica en todo momento y en todas las situaciones.
Esta fue la revolución del Jasidismo que el Baal Shem Tov introdujo y el Rebe reforzó: La alegría es esencial, no sólo en los asuntos religiosos, sino en todas las áreas de la vida.
La alegría anula los decretos severos
R. DovBer, el Segundo Rebe de Lubavitch, tenía un grupo de Jasidim que formaban un kapelye (conjunto musical), y otro grupo que actuaba a caballo en ocasiones alegres, como en las bodas, etc. Entre los que actuaban para animar las bodas y entretener a los novios, estaba el propio hijo de R. DovBer, R. Nojum. R. DovBer observaba el canto y la actuación desde su ventana.
Cierta vez sucedió que R. DovBer dio instrucciones para que el coro y los jinetes actuaran un día corriente de la semana. Inesperadamente, R. Nojum se cayó de su caballo. Informado de que su hijo estaba en grave peligro, R. DovBer, no obstante, hizo un gesto con la mano para que continuaran las fiestas. Al cabo de un rato, R. DovBer les pidió que se detuvieran y se alejó de la ventana para entrar en su despacho privado. Se llamó a un médico y, tras examinar a R. Nojum, éste informó de que la situación era mucho menos grave de lo que se pensaba. Se había roto una pierna, que el médico enyesó, pero nada más.
Más tarde, le preguntaron a R. DovBer por qué había ordenado al coro y a los jinetes que siguieran actuando mientras su querido hijo estaba herido.
El respondió:
¿Por qué no me preguntan por qué pedí al coro y a los jinetes que actuaran en un simple día de la semana?
Hoy debía ser un día duro para mi hijo. He visto una grave acusación contra él en el tribunal celestial. La acusación era muy poderosa, y yo sólo veía una salida. Como la alegría endulza el atributo de la severidad, llamé al coro para que cantara, y pedí a los jinetes que alegraran el corazón de todos con sus gracias.
La alegría que crearon atemperó el estricto decreto contra mi hijo, pero una pequeña parte del decreto aún permanecía. Por eso se cayó del caballo y se lastimó la pierna. Sin embargo, el festejo continuo disminuyó incluso este decreto residual. Si Di-s quiere, Nojum se recuperará en un futuro muy cercano.21
La idea de que la alegría es la forma más eficaz de influir en los mundos superiores es, en muchos sentidos, contraintuitiva. A menudo pensamos que la oración sincera está llena de lágrimas y desesperación. A primera vista, esto tiene sentido, ya que es en la oración donde pedimos lo que nosotros, nuestros seres queridos o el mundo necesitan desesperadamente. Esta historia nos proporciona un paradigma diferente a considerar. Pero, ¿cómo funciona?
Abrirse paso
Cierta vez, durante una audiencia privada con un Jasid que expresaba negatividad y pesimismo sobre su futuro, el Rebe se levantó y sacó un volumen del Zohar de la estantería y lo puso ante el Jasid. Se abrió con el siguiente pasaje:
“¡Ta Jazi, ven y observa! Nuestro mundo está siempre dispuesto a recibir el flujo espiritual que emana de lo Alto.... El mundo superior provee de acuerdo con el estado de abajo. Si el estado de abajo es alegre, entonces, correspondientemente, la abundancia fluye desde arriba. Sin embargo, si el estado de abajo es de tristeza, entonces, correspondientemente, el flujo de bendiciones es restringido”.22
“Por lo tanto”, dijo el Rebe, “¡sirve a Di-s con alegría, porque la alegría y el optimismo humanos atraen la correspondiente alegría de arriba!” 23
El cielo y la tierra están en constante comunicación. De hecho, según esta enseñanza del Zohar, lo que ocurre aquí abajo en la tierra marca el tono de la respuesta celestial a nuestras circunstancias. En otras palabras, podemos intervenir e impactar la realidad en asociación con Di-s. Esa es la base de la oración. Pero aún más profunda que las palabras que recitamos en la oración, es la forma en que recitamos esas palabras. ¿Estamos llenos de dolor o rebosantes de alabanza? ¿Lloramos o cantamos, o simplemente murmuramos las palabras sin sentido? Los estados de ánimo o las emociones que cultivamos, tanto durante la oración como a lo largo del día, se convierten en las ondas portadoras para que nuestras visiones y sueños se manifiesten en nuestra vida.
De hecho, la alegría es considerada por nuestros Sabios como el estado interior más eficaz para activar cuando se trata de conectar nuestra voluntad con la de Di-s. Esto se refleja en un popular dicho jasídico: Simja poretz gueder — la alegría rompe todos los límites y constricciones.24
En ningún lugar es más evidente esta idea que en el enfoque del Baal Shem Tov sobre la teshuvá, el proceso de retorno y reajuste espiritual. Considere la siguiente historia clásica, atribuida al Baal Shem Tov:
Cierto año, el Baal Shem Tov le pidió a R. Zev Kitzes, uno de sus discípulos más antiguos, que hiciera sonar el shofar para la congregación en Rosh Hashaná. El Baal Shem Tov instruyó a R. Zev: “Quiero que estudies todas las kavanot [meditaciones cabalísticas] que pertenecen al shofar para que medites sobre ellas cuando hagas sonar el cuerno de carnero”.
R. Zev se aplicó a la tarea con alegría y temor; alegría por el gran privilegio que se le había concedido, y temor por la inmensidad de la responsabilidad. Estudió diligentemente los escritos místicos que discuten el significado multifacético del shofar y lo que sus sonidos pueden lograr en ese día sagrado. Para ello, preparó cuidadosamente una hoja de papel en la que expuso los puntos principales de cada meditación para poder consultarlos mientras hacía sonar el shofar.
Finalmente, llegó el gran momento. Era la mañana de Rosh Hashaná, y R. Zev estaba en la bimá —la plataforma en la cual se lleva a cabo la lectura de la Tora— en el centro de la sinagoga del Baal Shem Tov, rodeado por un mar de almas en oración y arrepentimiento. En la esquina sureste de la sala estaba el Baal Shem Tov, con el rostro y el corazón encendidos. Un silencio sobrecogedor colmaba la sala en espera del clímax del día: los penetrantes sonidos y sollozos del shofar.
R. Zev, recogiéndose en silencio, buscó sus notas en el bolsillo. Su corazón se congeló. El papel había desaparecido. Recordaba claramente haberlo colocado allí esa mañana, pero ahora simplemente no estaba. Frenéticamente, buscó en su memoria lo que había aprendido, pero su cerebro se congeló bajo la presión. Su mente estaba totalmente en blanco. Lágrimas de frustración y vergüenza llenaron sus ojos y mojaron sus mejillas. Había decepcionado a su Rebe, que le había confiado esta tarea tan sagrada. Tuvo que hacer sonar el shofar como un simple cuerno, sin ninguna intención más profunda. Con el corazón quebrantado, R. Zev sopló los sonidos requeridos por la halajá, y evitando los ojos de su Rebe, volvió a ocupar su lugar.
Al concluir las oraciones del día, el Baal Shem Tov se dirigió a la esquina donde R. Zev estaba sentado sollozando bajo su talit. “¡Gut Yom Tov, R. Zev!”, llamó, “¡Ha sido un toque de shofar extraordinario el que hemos escuchado hoy!”
“Pero Rebe... Espera... ¿Qué?”
“En el palacio del Rey”, dijo el Baal Shem Tov, “hay numerosas puertas y portones que conducen a muchos salones y cámaras. Los guardianes del palacio tienen grandes argollas con muchas llaves, cada una de las cuales abre una puerta diferente. Pero hay una llave maestra que abre todas las puertas. Las meditaciones son llaves: cada una abre una puerta específica y accede a otra cámara en los mundos supremos. Pero hay una llave que abre todas las puertas y puede abrir las cámaras más íntimas del palacio Divino. Esa llave maestra son las lágrimas de un corazón quebrantado”.25
Esta historia clásica es uno de los ejemplos más citados del Baal Shem Tov sobre su privilegio al aspecto afectivo de la oración por sobre la facultad intelectiva enfatizada por los cabalistas anteriores. Según este punto de vista, tu corazón te llevará más profundamente a los reinos celestiales que tu mente. Además, esta caracterización de las lágrimas del corazón como aguas espiritualmente purificadoras en lugar de profundidades peligrosas que deben reprimirse o evitarse es valiente y compasiva, como ya hemos comentado al principio de este capítulo en relación con Elie Wiesel.
Sin embargo, así como el Rebe no permitió que Elie Wiesel se detuviera en el abrazo y la liberación curativa de su dolor, tampoco (el Baal Shem Tov ni) las enseñanzas de Jasidut se detienen en la puerta de las lágrimas. Porque, en las palabras de R. Moshé Leib de Sassov, que, cuando se yuxtaponen a la historia anterior, pueden verse como su continuación, e incluso su conclusión: “Si las lágrimas son la llave maestra para abrir las puertas [celestiales], la alegría las derriba absolutamente”.26
En este espíritu, el Rebe compartió cierta vez una poderosa enseñanza que hablaba directamente de su sueño de toda la vida sobre la redención. En ella, aplicó la idea de que la alegría derriba todas las barreras para superar el último obstáculo de miles de años de exilio judío, así como para eliminar todas las barreras que aún impiden la inminente llegada del Mashíaj.
En palabras del propio Rebe:27
A lo largo de los años de exilio, el Pueblo Judío ha anhelado la redención y ha rezado por ella fervientemente cada día. Seguramente esto se aplica a los tzadikim y a los líderes del Pueblo Judío, que tenían un deseo abrumadoramente poderoso por Mashíaj.
Sin embargo, estas actividades anteriores no pueden compararse con la tormenta por la llegada de la redención que despertó mi suegro, el Rebe, con su llamado: “Teshuvá inmediata, Redención inmediata”.28
Han pasado varias décadas desde el momento de ese anuncio, y la serie de actividades que inició para traer al Mashíaj. Sin embargo, el Mashíaj aún no ha llegado.
No hay explicación para esto.
Por lo tanto, es natural preguntar: ¿Qué podemos hacer para traer al Mashíaj que no se haya hecho aún?
En respuesta, es posible sugerir, como en el caso anterior, que el servicio Divino necesario es la expresión de alegría por el hecho de traer al Mashíaj.
En las generaciones anteriores, la gente seguramente experimentaba alegría en relación con su observancia de las mitzvot. Sin embargo, en las generaciones anteriores, el énfasis estaba en el servicio a Di-s, y ese servicio estaba impregnado de alegría. La sugerencia de utilizar la simjá (alegría) como catalizador para traer al Mashíaj, por el contrario, pone el énfasis en la simja misma, la simjá en su estado puro y consumado.
Al meditar sobre la inminencia de la venida del Mashíaj y el conocimiento de que en ese momento la simjá perfecta se extenderá por todo el mundo, es posible experimentar un microcosmos de esta simjá en el presente.
Y esta simjá seguramente nos llevará a la simjá definitiva, el regocijo de la redención, ¡cuando entonces nuestras bocas se llenarán de alegría!
A lo largo de su vida y sus enseñanzas, el Rebe encarnó e insistió en que el cultivo consciente y la experiencia extática de la alegría pura, no adulterada e incondicional por sí misma es el eslabón que falta para volver a abrir las puertas de ese jardín primordial que dejamos hace tanto tiempo.
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