Mordejai (Mel) Landow era un exitoso hombre de negocios con estrechos vínculos con la comunidad de Lubavitch que recientemente había pasado por momentos difíciles. Después de enterarse de los problemas del Sr. Landow a través de un amigo en común, el Rebe se contactó con él a través de una carta. 1
En lugar de consolar o simplemente compadecerse del Sr. Landow a causa de su declive, el Rebe aprovechó la oportunidad para animarle a sacar provecho de ello:
Seguramente no tengo que enfatizarle que el verdadero hombre de negocios no es la persona que puede [sólo] manejar sus asuntos cuando las condiciones son favorables y las cosas marchan sin problemas y con éxito, sino también, y más aún, cuando demuestra que sabe cómo enfrentar un ocasional revés. De hecho, afrontar el reto de la adversidad le convierte a uno en un ejecutivo más fuerte y eficaz, con una dimensión añadida de experiencia y una perspicacia más aguda, para ponerla en práctica cuando las circunstancias cambien en dirección ascendente. A veces, un revés temporal es exactamente lo que se necesita para reanudar el avance con [incluso] mayor vigor, como en el caso de un atleta que debe sortear un obstáculo, cuando dar un paso atrás es el medio para lograr un salto más alto.... En palabras sencillas, confío en que esté tomando la dificultad actual con calma... y que el revés sirva de trampolín para el gran ascenso en los días venideros.
En esta inspiradora carta, el Rebe aplica hábilmente uno de los principios más importantes del pensamiento jasídico, conocido como ieridá letzorej aliá (descenso en aras del ascenso).2
Este concepto profundamente paradójico se basa en la premisa de que Di-s es el bien supremo y, por consiguiente, sólo pretende el bien para sus criaturas. En consecuencia, en el centro de cada acontecimiento o experiencia, incluidos los que parecen totalmente negativos, hay una chispa divina de propósito. Esta idea da origen a la noción de que toda caída lleva en sí el potencial para un posterior resurgimiento.
El Rebe se refería e invocaba regularmente este principio del descenso para el ascenso en respuesta a las luchas y conflictos de la gente. Esta era una de las expresiones más fuertes del Sesgo de Positividad del Rebe, como veremos en los siguientes ejemplos.
Línea de largada
Poco después de que el Rebe asumiera el liderazgo, varios jóvenes estadounidenses de origen secular comenzaron a estudiar en la ieshivá de Lubavitch en Brooklyn. Uno de ellos, un estudiante de Chicago llamado Mendel Greenbaum, recibió su aviso de reclutamiento pocos meses después de haber comenzado sus estudios.
Estaba muy molesto. “Mientras no era observante”, explicó a sus amigos, “tenía todo el tiempo del mundo y lo empleaba mal. Ahora, cuando he comenzado a apreciar la importancia del tiempo y he empezado a utilizarlo de forma productiva, ya no soy mi propio dueño. ¿Cómo puede Di-s hacerme esto?”.
Temiendo que su práctica de la Torá y las mitzvot se viera afectada en la base militar, acudió al Rebe en busca de orientación.3
El Rebe respondió: “A veces en la vida se debe dar un paso atrás para poder avanzar en el futuro”. El joven permaneció en silencio, con una mirada perpleja.
Cuando el Rebe vio su desconcierto, se levantó de detrás de su escritorio para ilustrar la cuestión. El Rebe tomó una silla y dijo: “Si quisiera saltar sobre esta silla no podría hacerlo, porque estoy justo delante de ella. Pero si diera unos pasos hacia atrás y tomase carrera, obtendría el impulso necesario para superar el obstáculo”.
Con la bendición del Rebe, Mendel se alistó y pasó dos años en el ejército, sirviendo en varios puestos en Europa Occidental. A lo largo de este período, continuó observando fielmente las mitzvot, encontrando tiempo para orar y estudiar incluso en las circunstancias más difíciles. Siguiendo el consejo del Rebe, Mendel comenzó a acercarse a los numerosos colegas militares judíos que halló durante el período de servicio. Desde colocar los tefilín hasta preparar para Pésaj y estudiar la parshá semanal, Mendel pasó de ser un estudiante de Torá interesado en sí mismo a convertirse en una especie de líder, enseñando y atendiendo a los demás según las circunstancias.
Esta historia demuestra una importante dimensión del concepto ieridá letzorej aliá: es la propia experiencia del descenso la que proporciona el impulso necesariopara superar las limitaciones anteriores. Lejos de cualquier sistema de apoyo comunitario o religioso en el que confiar, Mendel tuvo que activar el punto divino dentro de sí mismo, lo que le permitió convertirse en una red de apoyo espiritual para los demás.
Al contextualizar nuestro aislamiento temporal dentro de un proceso más amplio, ieridá letzorej aliá revoluciona la forma en que entendemos nuestras caídas. De este modo, somos capaces de ver cómo el hecho de estar distanciados puede acercarnos a nuestra meta aún más de lo que estábamos previamente.
Elevando el exilio
El Rebe aplicó además el concepto de ieridá letzorej aliá al acontecimiento más devastador y desorientador de la historia judía: el galut, el exilio y la dispersión del Pueblo Judío de la Tierra Santa, el epicentro de la espiritualidad judía.
El exilio ha desempeñado, y sigue desempeñando, un enorme papel en la configuración de la identidad y la expresión espiritual judías. Después de más de 2.400 años salpicados por numerosos exilios del pueblo, el trauma y la vulnerabilidad de nuestro desamparo colectivo están indeleblemente grabados en nuestra psique y se expresan de innumerables maneras.
Desde la expulsión del Jardín del Edén hasta los numerosos desplazamientos del Pueblo Judío de la Tierra de Israel, pasando por el más reciente exilio romano, la cuestión (reiterativa) del destierro y la dispersión han definido de muchas maneras la cosmovisión judía de la diáspora.
La interpretación más común de esta dolorosa historia, ofrecida por los Sabios desde muy temprano, es que el exilio expresa el duro juicio de Di-s sobre nuestras deficiencias como pueblo. Sin embargo, cuando se ve a través de la lente jasídica de ieridá letzorej aliá, el exilio mismo adquiere una connotación positiva.
Como escribió el Rebe en respuesta a una carta existencial que recibió solicitando su visión del significado de galut: 4
Ciertamente, registramos el galut como un castigo y una rectificación por no haber cumplido nuestros deberes en el pasado, como, de hecho, reconocemos en nuestras oraciones: “Por nuestros pecados fuimos desterrados de nuestra tierra”. Pero el castigo, según nuestra Torá, llamada Torat Jesed (“Torá de la Bondad”), también debe ser esencialmente jesed, “bondad”. Dado que Di-s ha ordenado al Pueblo Judío llevar a cabo la difícil y desafiante tarea de difundir —en todas partes y en los rincones más remotos del mundo— la Unidad de Di-s a través de la vivencia y la difusión de la luz de la Torá y las mitzvot, la mayor recompensa es el cumplimiento de este destino, o, como dicen nuestros Sabios, “La recompensa de una mitzvá es la propia mitzvá”. 5 Por lo tanto, el propósito supremo del galut está vinculado con nuestro destino de ayudar a llevar a la humanidad a un estado de reconocimiento universal de Di-s.
Aquí vemos al Rebe aplicando su característico Sesgo de Positividad a uno de los eventos más negativamente percibidos en toda la historia judía. Según este punto de vista, a pesar del inmenso sufrimiento que provocó, el galut fue en definitiva un acontecimiento positivo, porque proporcionó las condiciones necesarias para que el Pueblo Judío evolucionara espiritualmente. También los llevó a encuentros fructíferos con una serie de culturas de acogida en las numerosas tierras que habitaron e influenciaron a lo largo de su estancia.
En palabras de John Adams, segundo presidente de los Estados Unidos: “Insistiré en que los hebreos han hecho más por civilizar a los hombres que cualquier otra nación. Si fuera ateo y creyera en el destino eterno y ciego, seguiría creyendo que el destino había ordenado que los judíos fueran el instrumento más esencial para civilizar a las naciones.... 6
En otra carta, Adams escribió: “Han dado religión a tres cuartas partes del globo y han ejercido influencia en los asuntos de la humanidad mucho más afortunadamente que cualquier otra nación, antigua o moderna”.7
Desde esta perspectiva, el arquetípico descenso al destierro desde la Tierra Santa no es más que un paso necesario en el ascenso definitivo, el proceso redentor de la historia que finalmente unirá al Pueblo Judío y a toda la humanidad en paz y santidad con Di-s.
Salvando la transgresión
Uno puede haber notado en la enseñanza anterior que, junto con el arquetípico primer destierro desde el Jardín, el exilio histórico de los judíos de su Tierra Santa fue producto de un fracaso moral o espiritual. Esto también es válido para nuestra experiencia individual. Nuestros defectos son los que, en definitiva, nos empujan a progresar, si los procesamos adecuadamente. Esta es quizás la expresión más revolucionaria de la idea de ieridá letzorej aliiá, encontrar el potencial positivo en el punto más bajo de la conducta humana, en la experiencia de la mismísima transgresión. Obviamente, esto no justifica el comportamiento pecaminoso como estrategia de crecimiento espiritual.8 Sólo pretende contextualizar nuestros pecados y caídas, tanto como pueblo y como individuos, dentro de un más amplio9 proceso constructivo.10
El Rebe explicó cierta vez en un farbrenguen11 que los deterioros que el mundo y el individuo sufren como resultado de las acciones humanas y el libre albedrío también están en consonancia con el plan de Di-s, y por lo tanto también deben conducir a objetivos productivos. Como tal, también estas caídas forman parte del objetivo previsto por Di-s. Aunque el acto pecaminoso ciertamente es contrario a la voluntad de Di-s, la decadencia del estado del mundo o del individuo que resulta del pecado no es contraria a Su voluntad. Se deduce entonces que la decadencia no es un verdadero descenso, sino un componente necesario del ascenso al que conduce.
En palabras del propio Rebe:
Puesto que la decadencia fue permitida por Di-s, Quintaesencia de la bondad, y (siendo que) la naturaleza del Benévolo es conceder bondad, debe ser que no había otra manera de llegar a un ascenso de esta magnitud. Porque si hubiera un camino más fácil y recto hacia el destino, que no implicara penurias y descensos dolorosos, ¿por qué iba Di-s a permitir el camino más difícil?
Al igual que una banda elástica cuyo alcance, al liberarla, depende de lo mucho que se la haya tensado en la dirección opuesta, así es el poderoso anhelo de cercanía que se crea con la distancia y la desviación temporales. Una ruptura, cuando se repara, puede crear un vínculo aún más profundo y una cohesión más duradera; la separación temporal de la pareja puede conducir a una cercanía aún mayor. Hay más profundidad y pasión en el reencuentro que en un estado estático de unión incesante.
Llenando el vacío
Hasta ahora hemos explorado las dinámicas positivas presentes en las experiencias de descenso, desviación y distancia. En nuestra última historia descubriremos la plenitud oculta dentro del vacío.
En 1977, el Rebe sufrió un grave ataque al corazón durante la regocijante festividad de Shemini Atzeret. Mientras un médico le extraía sangre durante su tratamiento, el Rebe preguntó: “¿Qué es lo que extrae la sangre de las venas, la propia aguja o el vacío de la jeringa?”. El médico respondió “el vacío”.
“Eso me recuerda a un hombre con problemas que cierta vez vino a verme”, dijo el Rebe a su secretario, que estaba allí. “Se quejaba de que estaba 'vacío' por dentro y que no servía para nada. Le dije que, de hecho, era lo contrario: un recipiente vacío puede atraer con mucha más intensidad que un recipiente lleno, por lo que en realidad está lleno de potencial”.12
El Rebe aplicó entonces esta idea a la tristeza general que su ausencia en la regocijante festividad había provocado entre los jasidim.
“Ya que no podré hablar en público debido a mi salud”, dijo a su secretario, “te pido que transmitas esta enseñanza. Al igual que un vacío atrae con mayor fuerza que algo que está lleno, en la reunión de esta noche, aunque la persona que habitualmente se sienta en mi silla esté ausente, el espíritu de la festividad no debe verse empañado. Al contrario, el vacío evocará todas cosas buenas del Cielo”.
De manera similar a una jeringa cuyo vacío es lo que atrae la sustancia hacia ella, el Rebe alentó a los jasidim a aprovechar el vacío creado por su ausencia para extraer energías espirituales más profundas de su interior. Esto les daría el impulso para alcanzar mayores alturas espirituales de las que podrían haber logrado con la presencia del Rebe. De manera notable y redentora, el Rebe fue capaz de encontrar una mayor presencia en su propia ausencia.
En todas las historias y enseñanzas anteriores, el Rebe nos desafía constantemente no sólo a ver el lado positivo de cada nubarrón, sino a recordar la feliz cosecha contenida en cada gota de lluvia. Dentro de cada contratiempo hay un trampolín oculto hacia un futuro más plenamente revelado y redimido.
En las conmovedoras palabras de R. Jonathan Sacks,13 reflexionando sobre el tiempo que pasó estudiando intensamente las enseñanzas del Rebe: “Comencé a ver cómo determinado concepto corría como un hilo conductor a través de numerosas alocuciones: la idea de ieridá letzorej aliá, descenso en aras de un ascenso. Sí, el Pueblo Judío había sufrido una tragedia monumental durante el Holocausto; sí, la vida judía tal como la encontró en América cuando devino Rebe estaba en un estado por demás debilitado. Pero el Rebe, con su profunda creencia en la Divina Providencia, estaba convencido de que el descenso es el comienzo del ascenso, la desconexión es una llamada a la reconexión, y la tragedia misma es el preludio de la redención.”
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