En 1941, con un nubarrón cada vez más oscuro y peligroso formándose sobre el Pueblo Judío, particularmente sobre los que estaban al alcance de Hitler y su ejército que avanzaba, el Rebe escapó de Europa para unirse a su suegro, R. Iosef Itzjak Schneersohn, en América.
Previo a su inmigración, el Rebe y la Rebetzn vivieron en Francia mientras se producía la expansión alemana por el continente, viviendo las mortales angustias de un pueblo sitiado.
Durante esta época tensa y turbulenta, el Rebe tuvo muchos encuentros y experiencias que dejaron una marca indeleble en los demás, así como en él mismo, como podemos ver en el siguiente episodio.
En la tercera noche de Janucá, 1944, el Rebe se dispuso a escribir una carta reveladora1 en respuesta a un antiguo conocido de la época de guerra que se encontraba en su nuevo hogar en Brooklyn, Nueva York. Dicha misiva nos ofrece una visión de la mente del Rebe, mientras describe el impacto espiritual de su experiencia como persona desplazada en Europa durante la Segunda Guerra Mundial:
Tu carta despertó (en mí) recuerdos del tiempo en que estuvimos juntos en Vichy y Niza, en condiciones difíciles y extrañas.
Desde el momento en que una persona es desarraigada de su entorno habitual hasta que se acostumbra a las exigencias y condiciones de su nuevo lugar, en este intervalo salen a luz ciertos rasgos de su carácter interior en estado de (máxima) pureza sin distorsión por las expectativas de la sociedad.
A menudo, esos rasgos revelan las virtudes ocultas de dicha persona, virtudes que pueden haber permanecido ocultas aun para ella misma bajo las capas de “modales” y convenciones sociales. Afortunada es la persona que no permite que tales rasgos desaparezcan cuando posteriormente se asienta y halla sosiego.
Los obstáculos y las emergencias inesperadas tienen el potencial de sacar lo mejor o lo peor de una persona. Cuando se eliminan todos sus sistemas de apoyo estabilizadores, incluida la presión siempre presente de sus pares, se les presenta una oportunidad de oro: una prueba de fuego para ver quiénes son realmente y qué realmente creen.
El párrafo anterior es la clase de afirmación que puede ser muy difícil de decir o escuchar, dependiendo de la naturaleza de la situación. Cuanto peor sea la situación, más difícil será ofrecer o aceptar una interpretación de esta especie, a menos que el que la ofrezca haya vivido realmente esa misma situación. En ese caso, su testimonio sirve para ilustrar de forma milagrosa la fuerza potencial del espíritu humano y no puede ser desechado como una simple frase vacía para aliviar el sufrimiento de otra persona, de la que no sabe nada.
Esto es precisamente lo que tenemos en el caso de esta carta: un informe revelador desde la primera línea de batalla entre la vida y la muerte, el bien y el mal, el orden y el caos, la devoción del alma y la autopreservación. La persona que emerge de esta carta se define por un firme compromiso con los valores superiores, una profunda fe en la Divina Providencia y una inquebrantable autorreflexión, incluso en las peores circunstancias. También está dispuesto a aprender de cualquier situación y a encontrar lo positivo en ella, por muy mala que sea. Esta es la esencia del Rebe.
En una historia desgarradora tras otra de este insondable período de la vida del Rebe, encontramos constantemente el mismo patrón: un hombre con la misión de ayudar a sus semejantes judíos y de permanecer conectado a Di-s y a la Torá en el nivel más profundo, sin importar lo que se interpusiera en su camino. Así podemos aprender no sólo de lo que el Rebe dijo, sino de cómo vivió y qué hizo.
La Primera Campaña de “Dólares”
Junto con millones de otros judíos aterrados en toda Europa, el Rebe y la Rebetzn fueron desarraigados de su hogar durante la Segunda Guerra Mundial. Primero, en 1933, poco después de que los nazis asumieran el poder en Alemania, se trasladaron de Berlín a París. Luego, en junio de 1940, huyeron de París tras la invasión alemana y llegaron a salvo a Vichy.
Sin embargo, sólo era relativamente seguro; la vida en cualquier lugar de la Europa ocupada por los nazis era extremadamente imprevisible y peligrosa para los judíos. Los hoteles de Vichy no acogían con los brazos abiertos la afluencia de refugiados indefensos. De hecho, para ingresar a un hotel, todo huésped debía demostrar que poseía al menos 100 dólares; una suma muy superior a los escasos medios de la mayoría de los refugiados.
El Rebe tenía un solo billete de 100 dólares, que no dudaba en poner al servicio de los necesitados. Así, se aventuró a salir a las calles repletas de gente, en busca de refugiados desamparados y de familias que no tenían dónde ir. Venturosamente, el Rebe les entregaba aquel billete de “admisión” y los dirigía al hotel donde él se alojaba. Una vez admitidos, le devolvían sigilosamente el billete al Rebe, para que él volviera apresuradamente a las calles llenas de almas en tránsito, buscando resguardo frente a la tormenta.2
Esta historia es un ejemplo de mesirat nefesh, “arriesgar la vida” por una causa sagrada. No satisfecho con asegurar su propia seguridad, el Rebe arriesgó reiteradamente su propia vida y su libertad por el bien de otros judíos. La inspirada práctica de activismo sagrado del Rebe frente al peligro inminente ciertamente proporcionó a la gente un rayo de esperanza, así como un brillante ejemplo de lo que el espíritu humano puede lograr cuando está motivado por el amor.
Siempre un judío
Este es otro caso3 en que el Rebe mostró un grado excepcional de mesirat nefesh, esta vez por el hecho de seguir siendo orgullosamente judío, incluso ante el peligro y la intimidación. Esta es una cualidad que el Rebe trató de inculcar a los demás durante el resto de su vida.
Mientras permaneció en el sur de Francia durante la guerra, R. Iehuda Aryeh Lieberman entabló amistad con el Rebe y a menudo lo acompañaba al shul. Como se ha mencionado, el sur de Francia estaba entonces bajo el gobierno de Vichy, un gobierno títere de los nazis, que era, por el momento, tolerante con los judíos en el mejor de los casos. Finalmente, se aprobó una ley que obligaba a toda persona a registrarse ante las nuevas autoridades y a revelar su religión. Esencialmente, era una ley destinada a facilitar a los nazis la localización de todos los judíos.
Poco después de que se promulgara el decreto, el rabino Lieberman y el Rebe fueron juntos a registrarse a la oficina del gobierno. Según el rabino Lieberman, cuando el funcionario vio al Rebe, simplemente anotó “religioso”. Siempre atento, el Rebe se dio cuenta de ello e insistió en que lo inscribieran como “judío religioso”, a pesar de que se ponía en gran peligro al hacerlo, porque así sería más fácil para los nazis, Di-s no lo quiera, localizarlo e identificarlo.
El rabino Lieberman no podía creerlo. El Rebe se negaba a desvincularse de su identidad judía, de la difícil situación de su pueblo y de Di-s ni siquiera por un instante, incluso a costas de su propia vida y seguridad.
Le llamamos “Monsieur”
R. Dovid Aaron Neuman vive actualmente con su familia en el barrio de Williamsburg, en Brooklyn. Entrevistado en noviembre de 2013, compartió la siguiente historia notable que ocurrió durante la guerra.
“...En medio de todo este caos y agitación, mi familia se vio obligada a separarse .... A mí me enviaron a un orfanato en Marsella. El orfanato albergaba a unos cuarenta o tal vez cincuenta niños, muchos de ellos de apenas tres y cuatro años. Algunos sabían que sus padres habían sido asesinados; otros no sabían qué había sido de ellos. A menudo se oía a los niños llorar, llamando a sus padres que no estaban allí para responder. A medida que pasaban los días, la situación era cada vez más desesperante y la comida era cada vez más escasa. Muchos días pasamos hambre.
“Y entonces, a principios del verano de 1941, un hombre vino al rescate. No sabíamos su nombre; sólo lo llamábamos “Monsieur”, que en francés significa “Señor”. Todos los días llegaba Monsieur con bolsas de pan —las largas baguettes francesas— y atún o sardinas, y a veces también papas. Se quedaba hasta que todos los niños habían comido.
Algunos niños estaban tan desanimados que no querían comer. Y entonces los ponía en su regazo y les contaba algún cuento, les cantaba y les daba de comer con la mano. Se aseguraba de que todos estuvieran alimentados. Con algunos de los niños, se sentaba junto a ellos en el suelo y los convencía para que comieran, incluso dándoles de comer con una cuchara, si era necesario. Era como un padre para estos tristes niños.
Conocía a cada niño por su nombre, aunque nosotros no conociéramos el suyo. Lo queríamos y esperábamos con ansias su llegada.
Monsieur vino día tras día durante varias semanas. Y yo diría que muchos de los niños que vivían en el orfanato en aquella época le deben la vida a él. Si no fuera por él, yo, por ejemplo, no estaría aquí.
Finalmente, la guerra terminó y me reuní con mi familia. Salimos de Europa y empezamos de nuevo nuestras vidas. En 1957, me radiqué en Nueva York, y fue entonces cuando mi tío me sugirió que conociera al Rebe de Lubavitch. Por supuesto, acepté y programé una audiencia con el secretario del Rebe.
En la fecha fijada, llegué a la sede de Jabad en 770 Eastern Parkway y me senté a esperar. Leí algunos salmos y observé el desfile de hombres y mujeres de todas las clases sociales que habían acudido a ver al Rebe. Finalmente, me dijeron que era mi turno y entré en el despacho del Rebe. Él estaba sonriendo y me saludó inmediatamente: “¡Dos iz Dovidele! ¡Es Dovidele!”
Pensé extrañado: “¿Cómo sabrá mi nombre?”. Y entonces casi me desmayo. Estaba mirando a Monsieur. ¡El Rebe era Monsieur! Y él me había reconocido antes de que yo lo reconociera a él. Era increíble”.4
En tales actos de cuidado y consuelo podemos ver signos del rol emergente del Rebe como proveedor espiritual y protector del Pueblo Judío.
¿Fueron rasgos de carácter como éstos a los que el Rebe se refería en su carta anterior los que se revelaron en medio de tal locura?
El hecho de que el Rebe reconociera a este niño, ahora un hombre, más de 15 años después, inmediatamente después de ser presentado, dice mucho de la infalible presencia mental y la profundidad del corazón del Rebe. Mantener vivo el rostro y el nombre de un simple niño huérfano en la memoria durante años de guerra y a pesar de los océanos del pasado es nada menos que impresionante.
Viaje a Calabria
El Rebe no sólo se preocupó por el cuidado de los cuerpos de los judíos durante este tiempo, sino que también se preocupó por las almas judías. Como veremos, estaba dispuesto a arriesgar su vida para defender la Torá y las mitzvot al más alto nivel posible, sin importar el costo. Incluso estando en peligro inminente, el Rebe se negó a disminuir su integridad espiritual y su observancia religiosa ni un ápice.
R. Menajem Tiechtel era originario de Bélgica. Con el comienzo de la Guerra, a la edad de 18 años, huyó a Vichy, Francia, donde se preocupó y esperó junto a muchos otros judíos desesperados. Fue allí donde se topó con el Rebe y fue testigo de esta historia.
Los jasidim de Jabad son muy particulares en cuanto a la especie de etrog que utilizan para la mitzvá de las cuatro especies durante la fiesta de Sucot. En concreto, prefieren los etroguim de Calabria, Italia. Al acercarse la fiesta, el Rebe expresó su interés en cruzar la frontera para conseguir uno de esos especiales frutos.
Durante esta época tumultuosa, todo judío debía hacerse “invisible” por temor a ser arrestado, secuestrado o algo peor. En tales circunstancias, cruzar la frontera era un peligro impensable; ser atrapado por los guardias fronterizos significaba una muerte segura.
De repente, el Rebe desapareció. Cuando regresó de forma igual de repentina unos días después, su rostro estaba radiante. Contra todo pronóstico y consejo, había cruzado la frontera y había vuelto con un etrog en la mano. El Rebe no sólo logró cumplir la mitzvá al más alto nivel posible, sino que se sintió muy feliz de permitir que una multitud de judíos en Vichy hiciera lo mismo.5
Los apuntes del Rebe
A lo largo de la voluminosa correspondencia del Rebe y de sus anotaciones personales a diversos textos jasídicos, se pueden encontrar referencias ocasionales a lo que él llamaba sus reshimot — “notas” o “apuntes”. Durante muchos años, nadie supo exactamente a qué reshimot se refería el Rebe. Un mes después de su fallecimiento el misterio se resolvió cuando se descubrieron tres de estos cuadernos en un cajón de su despacho.6
Las anotaciones en tales apuntes están fechadas entre los años 1928, año del matrimonio del Rebe, y 1950, año del fallecimiento de su suegro, a quien sucedió en el liderazgo del movimiento Jabad Lubavitch. Esos veintidós años fueron ciertamente formativos para el Rebe. Además, al ser una época anterior a la asunción de su función pública, dichos apuntes nos proporcionan una ventana íntima a la vida interior del Rebe y a su visión del mundo.
Durante ese período, el Rebe mantuvo dichos apuntes con él constantemente, y allí registraba el producto erudito y sublime de su mente, incluso en las circunstancias más precarias, incluyendo su evacuación de Berlín en 1933, su escape de París ocupada por los nazis en 1940, y sus posteriores peregrinaciones como refugiado en la Francia de Vichy y la España fascista. Una de las anotaciones, por ejemplo, está fechada la noche antes de embarcar en Lisboa, en junio de 1941, en el barco que lo rescataría de la Europa ocupada por los nazis.
Es alucinante y verdaderamente sorprendente considerar que el Rebe permaneció tan conscientemente comprometido y creativamente conectado con el estudio de la Torá a lo largo de tiempos tan aterradores y turbulentos. Esta historia brinda nueva relevancia y significado al tan citado versículo: Ella (la Torá) es un árbol de vida para quienes se aferran a ella.7
Cada una de las historias anteriores ofrece un ejemplo diferente de la respuesta viva del Rebe a sus propias luchas, transiciones, emergencias e inquietudes humanas. Arraigado en su creencia en el propósito Divino y la bondad detrás de cada evento y experiencia, sin importar lo inquietante que fuera, el Rebe veía en cada momento un llamado Divino y una oportunidad, y por lo tanto una habilidad, para hacer la diferencia.
Depende de cada uno de nosotros esforzarnos por vivir estas verdades en nuestras propias vidas.
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