Un Salmo por los hijos de Kóraj: Grande es Adonái y sumamente alabado en la ciudad de nuestro Dios, Su montaña santa. Hermoso en paisaje, el júbilo de toda la tierra es el Monte Tzión, en las laderas septentrionales, la ciudad del gran Rey. Dios Se dio a conocer en sus ciudadelas como una torre de fortaleza. Pues he aquí, los reyes se juntaron, y avanzaron de común acuerdo [para invadirla]. Vieron [las maravillas del Todopoderoso] y se asombraron; quedaron aterrados, huyeron precipitadamente. Fueron sobrecogidos por el temblor allí, por dolores como los de una parturienta; [fueron destruidos como] por un viento del este que quebranta las naves de Tarshísh. Como hemos oído, así hemos visto en la ciudad de Adonái de las huestes; en la ciudad de nuestro Dios; que Dios la afirme por toda la eternidad. Dios, hemos estado esperando [la revelación de] Tu bondad dentro de Tu Santuario. Así como Tu Nombre, Dios, [es grande,] así es Tu alabanza hasta los confines de la tierra; Tu diestra está llena de justicia. Alégrese el Monte Tzión, los pueblos de Iehudá regocíjense, a causa de Tus juicios. Rodead a Tzión, ceñidla, contad sus torres; considerad atentamente sus murallas, observad sus altas ciudadelas, para que lo podáis relatar a una generación posterior. Porque este Dios es nuestro Dios por siempre jamás; El nos conducirá eternamente.
Extraído del libro
Tehilím con Fonética y Español, de la Editorial Kehot Lubavitch
Sudamericana
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Prohibida su reproducción total o parcial sin autorización escrita de la Editorial.
Derechos Reservados.
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