Para el Director del Coro, por los hijos de Koraj, un Salmo: Oigan esto todas las naciones, presten oídos todos los moradores de la tierra decaída. También los hijos de Adám, también los hijos del hombre, juntos rico y pobre. Mi boca hablará sabiduría y las meditaciones de mi corazón estarán llenas de discernimiento. Inclinaré mi oído a la parábola, explicaré mi enigma con el arpa. ¿Por qué temeré los días del mal? ¡El pecado que pisé me rodea! Aquellos que se fían de sus riquezas y de su gran opulencia se vanaglorian, mas a un hermano él no puede redimir, ni redimirse; ni dar a Dios su rescate. Pues preciosa es la redención de su alma, e inalcanzable por siempre. Entonces, ¿debe vivir para la eternidad, y jamás ver la tumba? Pues él ve que los sabios mueren; juntos el tonto y el insensible perecen y dejan sus fortunas para otros. Entretanto, imaginan que sus casas son para siempre, sus paradas para una generación tras otra generación. Mas en lo que respecte al hombre, en gloria él no reposará; se asemeja a los animales silenciados. Este es su camino — tontos de ellos; de sus destinos sus bocas hablan de forma calmante, sela. Como ganado menor, están destinados al abismo. La muerte los consumirá, los íntegros los dominarán en la aurora, y sus formas corroerán en el abismo, que no será un refugio para ellos. Pero Dios redimirá mi alma de la garra del sepulcro, pues El me tomará por siempre. No temas cuando un hombre enriquece, cuando aumenta el esplendor de su casa. Pues con su muerte nada tomará, su esplendor no descenderá detrás de él; pues a sí mismo él se bendice en su vida; otros te alabarán si te perfeccionas. Llegará a la generación de tus padres, hasta la eternidad ellos no verán luz alguna. El hombre está en la gloria mas no comprende, se asemeja a los animales silenciados.