Un Salmo de David, cuando estuvo en el desierto de Iehudá: ¡Dios, Tú eres mi Omnipotente, a Ti Te busco! Mi alma está sedienta de Ti, mi carne Te anhela. [Como alguien] en una tierra seca y desolada, sin agua, así [anhelo] verte en el Santuario, ver Tu poderío y gloria. Pues Tu bondad es mejor que [se reciba durante] la vida; [así,] mis labios te alabarán. Así Te bendeciré toda mi vida, en Tu Nombre alzaré mis palmas [en plegaria]. Como con gordura y abundancia, mi alma se sacia cuando mi boca alaba con expresiones de regocijo. De hecho, Te recuerdo sobre mi lecho; durante las guardias de la noche pienso en Ti pues has sido una ayuda para mí; canto a la sombra [protectora] de Tus alas. Mi alma se unió [para marchar] detrás de Ti; Tu diestra me sostuvo. Pero ellos, [mis enemigos,] pretenden desolación para mi alma; [por eso] descenderán a las profundidades de la tierra. Los arrastrarán por la espada; serán ración de zorros. Y el rey, [yo, David,] se alegrará en [la salvación de] Dios, y todos los que [creen y por eso] juran por El se enorgullecerán, pues se cerrarán las bocas de los mentirosos.