Una plegaria de David: Vuelve Tu oído, Adonái, respóndeme, porque pobre y menesteroso soy. Cuida mi alma, porque piadoso soy; Tú, Dios mío, salva a Tu servidor que confía en Ti. Muéstrame Tu gracia, Adonái, porque a Ti clamo todo el día. Alegra el alma de Tu servidor, porque a Ti, Adonái, elevo mi alma. Porque Tú, Adonái, eres bueno y perdonador, de abundante bondad para con todos los que Te llaman. Adonái, escucha mi plegaria y presta atención a la voz de mis súplicas. En el día de mi aflicción clamo por Ti, pues Tú me responderás. No hay como Tú entre los seres excelsos, Adonái, ni actos como los Tuyos. Todas las naciones que Tú has hecho vendrán y se prosternarán ante Ti, Adonái, y honrarán Tu Nombre. Porque Tú eres grande y obras maravillas; Tú solo, mi Señor. Adonái, enséñame Tu camino para que yo pueda andar en Tu verdad; armoniza mi corazón para temer a Tu Nombre. Te alabaré Adonái, Dios mío, todo mi corazón, y honraré Tu Nombre siempre. Pues Tu Bondad conmigo ha sido grande; Tú has liberado mi alma de la profundidad del sheól. Dios, hombres maliciosos se han alzado en contra de mí; una pandilla de hombres crueles han procurado mi alma; no Te tiene presente. Mas Tú, Adonái, eres un Dios compasivo y graciable, lento para la ira y de inmensa bondad y verdad. Vuélvete a mí y sé gracioso conmigo, concede Tu fortaleza a Tu servidor y salva al hijo de Tu criada. Muéstrame una señal de benevolencia, para que mis enemigos vean y se avergüencen, por cuanto Tú, Adonái, me has ayudado y me has consolado.