Después de sufrir un serio ataque cardíaco, a los setenta y cinco años, el Rebe resurgió de las profundidades, como es de esperar de un tzadik trayendo consigo nuevas gemas, brillantes e iluminadoras. Por sorpresa, estas piedras preciosas no estaban engarzadas en el medio habitual del Rebe, un mundo de estudio, meditación y plegaria, sino en el ámbito de quien lucha por conservar la espiritualidad, mientras estruja al mundo en procura de su salario (ver 74). Quienes habían pedido consejos al Rebe para su vida profesional, asumieron ahora cuán íntimamente el Rebe vivía con ellos en sus luchas cotidianas.
Pero... ¿por qué un Rebe debería querer vivir aunque sólo sea poniéndose en el lugar de otro, en un mundo de falsedad y burdo materialismo?
Porque cuando fue creado el mundo, las chispas más fulgurantes cayeron en los lugares más bajos. De modo que allí en el mundo hiperfragmentado del dinero y la lucha por la subsistencia, el Rebe no ve ninguna dicotomía, no ve nada separado de D-os, sólo un magnifico propósito; una gran mina de donde extraer gemas espirituales de tal valor, como jamás vieron la luz del día.
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