La otra noche, después de acostar a mi hijo más pequeño, oí que me llamaba con su vocecita, desde el dormitorio ya oscuro. Estaba aterrado.

"Mira" susurró, y su dedo señalaba la pared paralela a su cama. "¿Los ves?". Al mirar en esa dirección, sólo vi la clara pared de siempre. Sin embargo, él insistía con su argumento: "figuras horrendas bailaban y lo asustaban". Me tomó un rato darme cuenta de qué era lo que aterrorizaba a mi pequeño de tres años. "Mira atentamente", le dije mientras movía mis cinco dedos, proyectando una figura en la pared.

Sombras, grandes y pequeñas, anchas y angostas, altas y bajas, eran las que lo molestaban. Sus propias piernas, almohada y frazada eran las que formaban la temible escena.

Ese día, habíamos caminado de la mano en la calle. Y se había sentido fascinado por las mismas sombras. Las veíamos crecer cuando caminábamos hacia una dirección y achicarse al caminar en sentido contrario. Todo este juego le causaba mucha gracia. Pero de alguna manera, durante la noche, estas sombras le causaban una opresión, instalando temor en su corazoncito.

Entonces entendí que en nuestra vida, cuando estamos seguros y sentimos que controlamos la situación, somos capaces de lograrlo todo. Sentimos que las sombras de la vida son sólo desafíos a explorar, experiencias que ampliarán nuestros horizontes. La escena cambia drásticamente, cuando la noche cae en nuestras vidas, cuando las circunstancias se ciernen sobre nosotros tal como la oscuridad. En esos difíciles períodos, quedamos inmóviles e inactivos, y las mismas sombras se convierten, de pronto, en puntos de terrible preocupación y ansiedad.

No podemos controlar los incidentes y circunstancias que enfrentamos en la vida, pero sí podemos ver las cosas con perspectiva. Pararnos firmes y actuar positivamente frente a los desafíos que se presentan, sintiéndonos capaces y enriquecidos. Sucumbiendo ante el miedo a la oscuridad, cada uno de nuestros movimientos será aterrador.

Para remediar el insomnio pasajero de mi pequeño niño, instalar una pequeña luz fue efectivo. Una pequeña luz disipa mucho de la oscuridad, y aunque todas las sombras no desaparezcan por completo, se convierten en algo bastante menos amenazador.

¡Un momento de estudio de Torá (que es Luz), una Mitzvá que agreguemos, el regalar una sonrisa a quien la necesita, son puntos de luz que nos ayudarán a disipar la oscuridad y traer al Mashíaj ya!