Hoy estuve toda la mañana reorganizando el placard de mi hijo y clasificando la ropa de bebé que encontré. Sin pausa, ordené toda la indumentaria que había para chicos, desde la ropa de recién nacido hasta la de seis años. Una vez seleccionada y embalada en cinco bolsas la ropa “para dar”, la dejé en la entrada de la organización de caridad y volví a casa. Me puse a limpiar, ordenar, clasificar y reabastecer el armario de tres puertas del baño. Ahora hay una bolsa de basura llena de prescripciones viejas y lápices de labios, y una lista de compras. A la tarde, va a venir mi vecina a ayudarme a poner nuevos estantes en el lavadero. ¡Estoy en el noveno mes de embarazo y esta vez el instinto de anidamiento me atrapó totalmente!
¿Qué es este impulso que hace que la mujer embarazada quiera acabar con todo el polvo y el moho, que se ponga a masillar la bañera y reorganizar todo lo que tenga a mano y, muchas veces incluso, lo que no tiene a mano? Los fisiólogos lo han denominado “el instinto de anidamiento”. Este es un impulso que suele comenzar aproximadamente en el quinto mes de embarazo; sin embargo, algunas mujeres lo sienten poco después de la concepción, mientras que otras no lo sienten nunca. Muchas veces, la mujer experimenta un agudo impulso de anidar durante los últimos días u horas del embarazo, y esto, con frecuencia, es señal de que el parto está por comenzar, y el nacimiento, por suceder.
En mi último embarazo, salí disparada de la cama como una flecha alrededor de las tres de la madrugada con la sensación de que se me había pinchado un globo interno. Efectivamente, se me había roto la bolsa de agua y, entonces, después de llamar a la partera, saqué la caja de costura y me puse a remendar un agujero de la camisa que llevaba puesta. Como les dije, yo soy de las que les gusta anidar.
La mayoría de las hembras en el reino animal experimentan formas parecidas de limpieza y preparación cuando están preñadas; si bien, hasta donde yo sé, ellas no saben coser. Desde las aves hasta los osos, desde los gatos hasta los camellos, parecería que todas las hembras tienen la necesidad intrínseca de preparar el lugar para la llegada de la cría. Los científicos que investigan la conducta animal explican que las hembras están programadas para experimentar este instinto de anidamiento para asegurar que sus crías estén bien atendidas tras el nacimiento.
Embarazo o no embarazo, el deseo de tener un lugar limpio y ordenado en el que instalarse es algo universal. Todos compartimos un instinto natural que hace que construyamos un espacio confortable que sirva de contrapartida al caos del mundo externo. Parece que este instinto se exalta durante el embarazo y el nacimiento.
La pregunta es ¿qué es exactamente lo que tiene el nido limpio y ordenado que nos resulta tan atractivo a nosotras, las mamás embarazadas? El pensamiento jasídico explica que todo lo que existe en la realidad física tiene un paralelo en la realidad espiritual. En términos simples, si mis cajones están hechos un desastre, entonces, lo más probable es que mi alma también necesite un poco de orden.
Probablemente, muchas madres estarán de acuerdo en que junto con la bendición y la belleza de un nuevo nacimiento, llegan también el caos y el desorden tanto física como espiritualmente. El hecho de incorporar un nuevo miembro en la familia es algo colosal que desafía cada fibra de nuestra existencia.
Cuando mamá necesita atenderse a sí misma y a la vez atender esa vida tan frágil, tan nueva, tan diminuta, la rutina se va volando por la ventana: la hora del baño se va moviendo, el cesto de la ropa sucia se empieza a desbordar, las camas dejan de hacerse y los platos se acumulan en la pileta. En las primeras semanas del posparto, no es raro que la casa se transforme temporariamente en una casa de trastornados. De hecho, es algo prácticamente inevitable. Por eso, si aceptamos la idea de que un poco de barro acá está reflejando, en realidad, otro poco de barro allá, entonces, los preparativos o el control de posibles contratiempos serían lógicamente el paso siguiente a llevar a cabo.
Mi opinión es que en un intento por minimizar el desorden que llega con el arribo del recién nacido, nuestro cuerpo, en representación de nuestra alma, se pone a trabajar a tiempo completo en el departamento “orden”, porque esa es la única forma en la que podemos empezar a enfrentar la ola de cambios que se avecinan. Es la forma que tiene el cuerpo de contrarrestar lo desconocido y el alegre trastorno del nacimiento y de la maternidad. El poder que tiene este instinto radica en el hecho de que el acto mismo de organizar y ordenar nuestro espacio físico, en realidad, está creando una vasija para un profundo y significativo cambio espiritual.
La clave consiste en traer esto a la conciencia mientras vamos anidando. En la Torá, aparece una indicación muy rica sobre este asunto, que es la que nos manda a construir un Dirá Betajtonim, una morada para Di-s en los mundos inferiores. Es importante que comprendamos que Di-s no vive en los mundos superiores. Di-s no es espiritual. Él crea la espiritualidad. Él tampoco es físico. Él crea lo físico. Él crea esta “baja” existencia física. La filosofía judía explica que lo que Di-s desea es una fusión de esta realidad “superior” con esta realidad “inferior”. Él desea una fusión de todo lo que es espiritual y emocional con todo lo que es material y físico.
Cuando los sabios del Talmud explican esta idea de construir una morada para Di-s, dicen que se manda a construir “una casa bella con bellos adornos”. Resulta muy significativo el hecho de que a los sabios les importe el aspecto de la casa y la forma en que se la percibe. Los sabios explican que, cuando la casa está llena de conflicto y de desorden, Di-s no habita allí. Atención: No dice que Él no puede estar allí, ya que Di-s puede estar en todas partes; lo que dice es que nosotros no hemos creado una vasija donde darle hospedaje. La falta de armonía en el hogar implica que no hemos tomado medidas activas para invitar a Di-s a nuestra realidad. Asimismo, cuando nos ocupamos de ordenar y perfeccionar nuestro espacio físico, lo estamos haciendo más placentero, más pacífico y más receptivo. Esencialmente, al hacer espacio en nuestra vida física y cotidiana, estamos dándole la bienvenida a Di-s.
A partir del precepto de Di-s de que debemos prepararle un espacio aquí, queda claro que crear un espacio bello, sereno, hermoso, limpio y ordenado no es solo una imperativa biológica, sino también una imperativa espiritual. Este mensaje fue integrado en nuestras almas ya desde nuestra concepción.
Tengo que transmitirles, finalmente, que por ser la eterna anidadora que soy, este mensaje me resulta reconfortante y armonioso, me hace muy bien saber que cuando limpio y organizo mi hogar, estoy creando un espacio para que Él se sienta cómodo en mi casa, “pasando el tiempo”, por decirlo de alguna manera, con mi familia y conmigo. Me resulta encantador pensar que mientras voy creando un “nido” físico para recibir a mi bebé, el impulso de organizar, decorar y mejorar mi casa va de la mano de una necesidad igualmente urgente de la de adornar el “nido de mi alma” con un sentido de inspiración, orden y paz. Tal como reza el antiguo proverbio: “La limpieza está cerca de la divinidad”. ¡Cuánta verdad hay en estas sabias palabras!
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