Soy judía, pero no religiosa.

Enciendo velas los viernes por la noche, pero no cuido Shabat.

No como cerdo, pero mezclo carne y leche.

No se las plegarias hebreas, pero le hablo a Di-s.

Pero hay un área de mi vida en la que soy tan judía como puedo —mi opinión de ser madre.

Venida de Rusia, donde la norma social es uno o dos hijos, nunca preví a mi parte maternal al grado que tiene. Ahora, confortablemente disfrutando la vida en la cálida y soleada California, no tiene sentido para la mayoría de la gente ¡por qué esta joven y ambiciosa doctora eligió tener cuatro hijos y “arruinar” su vida!

Dos de mis cuatro embarazos nos tomaron completamente por sorpresa y en los tiempos más inconvenientes, pero profundamente en mi interior estaba encantada —estaba embarazada, despertándome por la mañana con mi corazón cantando extasiado.

Para mi el embarazo prueba que Di-s es real. No necesito buscar nada más; con cada bebé pateando y moviéndose, se que estoy experimentando un milagro en progreso. Tan miserablemente exhausta y extremadamente incómoda como estoy, no me siento nunca más viva y feliz que cuando estoy embarazada —Se que no tiene sentido, así que no trataré de explicar.

Así que el año pasado, cuando mi madre me encontró babeándome sobre el bebé de otra en el parque, casi gritó, tratando de hacerme reaccionar: “¡Ni siquiera pienses en eso! ¡Estás completando tu doctorado y tu esposo no es un rabino!”

Pero no estoy pensando en eso. Simplemente se que estoy preparada para otro bebé. ¿Es lógico o práctico? No, para nada, pero estoy poseída por esa energía del bebé viniendo tan fuertemente de mi interior. Me siento honrada y privilegiada de ser elegida para iluminar este mundo con otra alma judía.

Al mismo tiempo, enfrento una confusión interna e inseguridad: ¿Estoy haciendo lo correcto al considerar entrar en otro embarazo —subir a una montaña rusa —y arrastrar a toda mi familia conmigo? ¿Puedo mantenerme en lo que creo, cuando mi mente lógica y tantos parientes me gritan “¡No!”?

Empujada por mi mente y mi alma en dos direcciones opuestas, en camino a casa desde el parque, decidí detenerme en nuestro Bet Jabad local para obtener algo de claridad de mi amiga Bassie, la Rebetzin. Ella me miró con una sonrisa cuando le conté acerca de mi deseo de otro hijo y cuan ilógico pienso que es.

Entonces ella me habló acerca de las enseñanzas del Lubavitcher Rebe y lo que es la mikvé. Mientras la escuchaba, mi espíritu se envolvía en tal paz y consuelo. Casi podía saborear el dulce aliento de mi futuro bebé, ¡y ya lo amé más allá de las palabras!

Una hora después, vine a casa, donde mi precioso e inocente esposo estaba trabajado en la computadora, tan concentrado y atento. Él aun no está interesado en procuras espirituales, sin embargo es el mejor esposo judío, siempre apoyando el despertar de su esposa. Y le dije que mientras no podía explicarlo, anhelo otro niño.

Leo acerca de la mikvé y me habla a un nivel tan profundo, que hace brotar lágrimas de los ojos. Expliqué a mi esposo la importancia de cuidar las leyes de pureza familiar, y a pesar de que nunca supo de eso, estuvo de acuerdo y me apoyó en todo el camino.

Nunca olvidaré mis preparativos para la mikvé: contar los días, orar, esperar con gran anticipación —a pesar que el agua me petrifica, un temor que tengo desde la infancia.

Recuerdo cuando finalmente oí a Bassie exclamar: “Kosher” (lo que significa que me he sumergido de la manera correcta, completamente debajo del agua). Ella sentía tal excitación, como si fuera ella la curada de la fobia al agua. Experimenté este extraño y nuevo sentimiento en mí, como si las místicas aguas de la mikvé hubieran lavado la pegajosa cobertura de duda y temor, conectándome con mis raíces, de las cuales podía absorber la fuerza y sabiduría de Sará, Rivka, Rajel y Lea… convirtiéndome en lo mismo que ellas —una orgullosa mujer judía.

Retrocediendo a Rusia, yo fui criada en el ocultamiento, y en el avergonzarme de mi judaísmo. Pero cuando emergí de las aguas de la mikvé sentí que podía reclamar completamente lo que siempre había sido mío —mi alma judía.

Conduciendo de regreso a casa, riendo en medio de lágrimas de alegría, oraba a Di-s que estuviera conmigo, que saciara mi sed interior por ese bebé… Diez días después ocurrió: Un tenue rojo positivo en un test de embarazo.

Di la bienvenida a mi bebé en mi corazón y en mi vida. También di la bienvenida a nuestro Creador en mi embarazo, reconociendo por primera vez Su invisible presencia, en algún lugar tras la cortina Celestial, haciendo posible todo.

Desde entonces estoy aprendiendo a desarrollar mi relación con Di-s

Me encuentro orando y hablando con Él como nunca antes, hallando el gran alivio de poner todos mis temores en Sus manos. Quiero el nacimiento de ese bebé para iluminar mi viaje hacia el conocimiento de mi misma y la presencia de Di-s en mí. Quiero que sea una experiencia espiritual. Ahora estoy aguardando, hasta que el llanto de mi bebé me ponga al revés, transformando todo mi ser en la persona que realmente soy —una madre judía.

Ahora estoy en mi noveno mes, próxima a ser bendecida, si Di-s quiere, con mi quinto hijo. Nunca estuve tan excitada y nerviosa al mismo tiempo. Estoy tan insegura acerca de si tendré suficiente amor y sabiduría en mi para todos mis hijos, y sin embargo se que la guía y el apoyo de Di-s es solamente orar. Este embarazo es diferente, más conciente y espiritual. Es mi primer hijo de la mikvé.

Epílogo: El bebé de Katherine nació un Shabat por la mañana y su nombre hebreo es Menajem Mendel, por el Lubavitcher Rebe.